El 18 de octubre comenzaron en Oslo las tratativas entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia) para buscar una solución negociada al problema de la violencia.
Tras más de 50 años de conflicto armado, el logro de la paz se ha convertido en una de las prioridades nacionales. Los costos en términos económicos y respeto de los derechos humanos son inconmensurables.
Este aspecto está muy presente para el presidente Santos, no así para buena parte de los dirigentes de las FARC. ¿Qué quiero decir con esto? Que si para Santos el logro de la Paz es una prioridad, da la impresión que para la guerrilla esto no es más que una estrategia para ganar tiempo y fortalecerse, así como lograr que la sociedad colombiana les vea ya no como un grupo criminal y narcoterrorista sino como un actor político legítimo.
En ese sentido, el jefe negociador de las FARC, Luciano Marín, alias Iván Márquez, no se ha referido con claridad en torno a los 5 temas de negociación sino que ha hecho referencia a aspectos que no van entrar en las negociaciones como el modelo económico de Colombia, los tratados de libre comercio y la estructura del Estado. “La paz no significa el silencio de los fusiles, sino que abarca transformar la estructura del Estado y las estructuras económicas”. Con esa política, ha dicho el líder guerrillero, seguirán la violencia, el conflicto y la lucha armada. Podría tener algo de razón si lo hubiese dicho un militante de izquierda o un representante de una organización política progresista. Sin embargo, las declaraciones de Iván Márquez quedan en el aire cuando constatamos que las FARC no son una agrupación que se mueve por una ideología determinada sino que la esencia de sus acciones son la consecución del lucro por actividades criminales como el tráfico de drogas, el secuestro, el blanqueo de dinero.
Los cinco temas claves de las negociaciones son: desarrollo agrario integral, participación política, fin del conflicto armado, solución al problema del tráfico de drogas y reparación integral de las víctimas de la violencia.
Aunque parte de estos puntos pueden ser negociados con cierto optimismo, veo realmente difícil que las facciones de las FARC entreguen las armas y abandonen definitivamente el negocio de las drogas. El problema no es ideológico. Hay grandes intereses económicos en juego. Hay también actores nacionales como internacionales que van a ser afectados si se logra un acuerdo con las FARC. Veamos qué sucede cuando gobierno y las FARC comiencen a negociar el 15 de noviembre en La Habana. Ojalá sea el inicio de un proceso que permita poner fin a la violencia en Colombia.