Una vez superada la consulta y con las elecciones generales del 2013 en el radar, los líderes de oposición tienen la obligación de preparar el difícil camino de la era pos Correa. No basta presentar candidatos “carismáticos” y ganar las elecciones; se necesita con urgencia construir una propuesta dramática que permita encarar los serios problemas y daños políticos, económicos y sociales que la “revolución ciudadana” nos deja como legado.
Aunque el discurso oficial lo soslaye, el candidato de AP a la Presidencia será nuevamente Rafael Correa. Para comenzar, es la única ficha que tiene AP; sin él, la revolución ciudadana es un fuego fatuo. Luego, es imposible que un gobierno que ha perpetrado tantos abusos y atropellos esté dispuesto a ceder el poder. AP luchará hasta la muerte para mantenerse en el Gobierno y evitar que los sectores de oposición le exijan cuentas por los enormes desafueros de todos estos años. La reelección presidencial constituye un factor de supervivencia personal más que política.
Las propuestas de los grupos de oposición deberían cubrir, al menos, aspectos internacionales, económicos y políticos. En el campo externo, las acciones no podrían esperar un solo día. Ante el absurdo aislamiento diplomático y comercial que sufre el Ecuador a título de “soberanía”, es indispensable cifrar con sensatez el interés nacional y sepultar los dogmas, romanticismos y, sobre todo, la improvisación demostrada por la revolución ciudadana. Debemos reinsertarnos con urgencia en la vertiginosa dinámica internacional y promover alianzas comerciales que reconstruyan y amplíen nuestros mercados. Se deben reinventar los vectores de nuestra política exterior.
En lo económico, es importante recuperar la confianza de los agentes nacionales e internacionales. Esto llevará tiempo y no será fácil revertir el daño causado como por las malas políticas económicas y la creciente inseguridad jurídica de estos últimos años. Resulta crucial reducir la peligrosa dependencia del petróleo y su dinero fácil y prepararnos para las épocas de bajos precios. Y en lo político, será necesario desmontar el monstruo de Montecristi e introducir reformas que aseguren con realismo la separación de poderes, el control y la fiscalización de los gobernantes, el ejercicio pleno de las libertades individuales, entre otras cosas.
Frente a un Estado elefantiásico e incapaz de proveer bienes públicos mínimos como seguridad o salud, es necesario construir capacidades institucionales mínimas que nos permitan vivir como una sociedad viable.
Si algo debemos aprender de AP y su gestión gubernamental es que la inexperiencia y la falta de un programa político resultan desastrosos para un país. Los grupos de oposición no pueden repetir este error; están obligados a presentar propuestas y gente probada que las encarne.