De acuerdo con la última encuesta de Cedatos, si las lecciones se realizaran hoy y los candidatos fuesen Guillermo Lasso y Rafael Correa, ganaría Guillermo Lasso 32 a 29.
Me imagino que este simple dato provocará toda clase de reacciones; algunos preferirán no creerlo y dirán que es parte de la campaña electoral; otros estallarán de coraje con la vanidad herida; más allá pensarán que tienen la victoria asegurada; la encuesta también puede provocar que se retiren candidatos, que se presenten otros, que se arrepientan de no haberse presentado, que desbarate la unidad o apure la unidad.
El dato, en realidad, carece de valor porque no es una medición real; se trata de una ficción, la de que hay solo dos candidatos, y se presenta a los encuestados para que digan cómo votarían en ese hipotético caso. Sin embargo, hay algo importante que este ejercicio deja al descubierto, que el voto duro de Alianza País está entre el 28 y el 30%, más de lo que ha tenido cualquier presidente al término de su mandato, suficiente para asegurar el paso a la segunda vuelta electoral. Al mismo tiempo, puede significar que hay un rechazo del 70%, suficiente para garantizar la derrota en la segunda vuelta electoral.
Para los políticos y analistas que siguen de cerca las variaciones de la opinión pública, esta encuesta seguramente no revela nada nuevo.
Para Alianza País y sus candidatos tampoco debe constituir una sorpresa; saben que así están las cosas porque son quienes más encuestas hacen y mejor medidos tienen el tope del voto duro y el alcance del rechazo.
Probablemente es esto lo que genera dudas acerca del mejor candidato oficial; lo que hizo pensar en un nuevo partido que se ubique más al centro y a distancia del gobierno; lo que conduce a jugar con hipotéticas decisiones de la Corte Constitucional y lo que alimenta el diseño de jugarretas electorales como la consulta sobre los paraísos fiscales que no impediría que se presenten las candidaturas, pero permitiría una campaña descalificadora de algunos candidatos de oposición.
Encuestas como la publicada son ejercicios que pueden ser útiles para orientar decisiones políticas y diseñar campañas electorales; mientras no se conozca a todos los candidatos y se haga la consulta con todos ellos en la papeleta, no representan un reflejo fiel de la realidad. Solo sirven para hacer elucubraciones como la ensayada aquí y muchas otras posibles. Incluso cuando ya están oficialmente inscritos todos los candidatos, las encuestas pueden fallar como ocurrió en las últimas elecciones españolas en las que fallaron todas las encuestas, incluyendo las encuestas a boca de urna.
Nadie, allá, insinuó que el Tribunal Electoral hubiese manipulado los resultados. Aquí sería inevitable la duda porque el Consejo Nacional Electoral no ha logrado generar confianza, su tarea primera y más importante.