Tengo entendido que opinar sobre relaciones internacionales se incluye en la libertad de expresión, como derecho fundamental, de los ciudadanos de nuestro país. Es verdad que tales asuntos son competencia de sabios en la materia. Ello no obstante a cualquier profano no le cabrá en la mente sino asegurar que en materia de política internacional lo que debería primar es el interés nacional. Asunto peliagudo. No siempre los beneficios que se pretende lograr coinciden con las aspiraciones de los poderosos, aquellos que cuentan con fuerzas disuasivas para imponer sus criterios por insostenibles que puedan ser en el campo de los razonamientos.
La situación de Irán, en estos días, debe ser de miedo. Así como ayer Iraq fue invadido por el peligro que suponían sus armas de destrucción masiva, hoy podría tocarle el turno por su empeño de contar con dispositivos nucleares de efectos apocalípticos para Europa e Israel. Si bien es cierto que lo de Iraq fue una mentira cerdosa, tal antecedente no está para ser recordado cuando de controlar la producción de petróleo se trata. Irán es muy rico en oro negro: el tercero en el mundo. En materia de petróleo, el liderazgo de Irán entre los países periféricos es indiscutible. Los precios del petróleo se han mantenido altos por la alianza de intereses entre Venezuela y el que fue Imperio Persa, se asegura. A Irán hay que cortarle las alas, según parece.
La situación está que truena. El petróleo iraní ha sido embargado por la Unión Europea. Un portaaviones norteamericano, de esos que producen terror, se halla en el Estrecho de Ormuz dispuesto a no dejar pasar un solo barril de petróleo iraní cuando llegue la orden. Es en estas circunstancias que el Presidente de Irán llega a nuestro país, sin que haya sido invitado. Como nos es tradicional, trato de cortesía al visitante no faltará.
A mi juicio, el Presidente iraní ha decidido realizar un viaje largo y riesgoso exclusivamente para tratar sobre petróleo con Chávez y de paso con Rafael Correa. Nicaragua y Cuba no cuentan en este negocio, como no ser su dependencia con Venezuela. De producirse una conflagración, paralizada la voluntad iraní, los precios del petróleo podrían caer en picada. Quedaría el incremento de la gran producción de petróleo venezolano para atenuar el desastre. La nuestra resulta marginal. Ni pensar en la ayuda de los Emiratos Árabes y la Arabia Saudita. Bien asesorados, han invertido inmensos recursos en negocios seguros y reditivos de Europa y Estados Unidos. Si por un lado el precio del petróleo baja, por el otro sus inversiones en Occidente se benefician.
Tal parece que se le olvidó a Mahoma la solidaridad entre quienes profesan la misma fe. ¿Cuándo llegara el día en que los intereses de EE.UU. se compadezcan con los nuestros?