Una de las principales ofertas de campaña de Alianza País en el 2006 fue devolvernos la soberanía. Y era una gran oferta, justo en el clavo para detener nuestra eterna costumbre de firmar primero y preguntar después. Cuenta la leyenda que eso había pasado en 1941 con el Protocolo de Río de Janeiro, en 1996 con el acceso a la OMC, en 1999 con la Base de Manta y en el 2003 con el acuerdo tácito con Colombia para que realice fumigaciones aéreas en la frontera y, también regularmente al firmar cartas de intención con el Fondo Monetario Internacional.
Hay mucha soberanía, pero en el discurso. Ahora usamos más la palabra, pero sigue tan ausente como siempre en la mesa de negociaciones. Ya no perdemos pleitos por malos negociadores, el problema ahora es que ni siquiera negociamos o peor aún, ni siquiera insistimos a las negociaciones que importan.
¿Ejemplos? Muchos, pero tomaré solo los principales. El primero, el caso OXY ante el Ciadi. Renunciamos a pelear bien, no nombramos árbitro, y en lugar de usar la diplomacia en el tema, hemos tercerizado la política exterior a los abogados y los lobistas (con los millones de dólares en pagos que eso conlleva). Peor aún, el gobierno se empeñó en tener una política interna tan lejos de cualquier noción común de estado derecho, con declaraciones como “el presidente maneja todas las funciones del Estado”, que prácticamente forzamos a los árbitros a votar en contra nuestra. Por cierto, todo esto también ayudó a Chevron a ganar su caso.
Los temas de comercio no son menos graves. De esto depende nuestra economía. Así, matamos por inanición las negociaciones con la Unión Europea y otros países. Y así terminó incluso la posibilidad de ganar lo que también abandonamos en la mesa de negociaciones: 75 dólares para el arancel del banano. Una vez más, la derrota del banano es una derrota más de la diplomacia ecuatoriana, pero esta vez completamente a cargo de la revolución ciudadana. También muchos fuimos felices cuando las famosas cartas de intención con el FMI se terminaron. Lo que no sabíamos es otras más agresivas iban a empezar, aquellas negociadas con China. No es solo el alto interés, sino las agudas formas de cobro. Ojalá terminara ahí, pero no. Seguimos delegando lo de las fumigaciones aéreas con glifosato. Esta semana nos enteramos que el pleito sigue, cuando el Canciller podía haberlo solucionado hace muchísimo tiempo en la mesa de negociaciones y ahorrar al erario nacional millones de dólares, y ayudando a los afectados. Es urgente dado que esta semana se reúnen los dos presidentes para hablar sobre la buena vecindad. ¿Por qué no arreglar de una vez este tema y devolver la Comisión de Vecindad a los gobiernos locales? Pero ¡ah, me olvidaba! El Canciller está siempre en otros menesteres y su gestión eternamente delegada. Lo golpes de mesa no prueban lo contrario.