Está en plena discusión la nueva reforma laboral. El discurso oficial ha estado encaminado a que la misma moderniza el sistema laboral, universaliza la seguridad social y brinda estabilidad a los trabajadores. Lamento discrepar con esos pronunciamientos, pues el proyecto de ley ni moderniza, ni universaliza ni genera estabilidad al trabajador.
La modernización laboral está atada al concepto de adaptación a la realidad de la economía nacional e internacional. Si el día de mañana se produce un descenso en el precio de las flores o el brócoli, los productores nacionales que exportan deberían poder ajustar sus costos internos, esto es por ejemplo, las remuneraciones de los trabajadores. No me refiero a bajar los sueldos sino a ajustar esa realidad a la capacidad de mantener el mismo nivel de empleo pero bajo condiciones distintas. Si desde el famoso Mandato 8 de la Constitución de Montecristi no permite contratar por horas, pues una baja en la demanda externa me obliga a despedir personal y no a ajustar el número de horas de trabajo. Es preferible que los trabajadores puedan laborar 7 horas diarias en lugar de 8, que quedarse sin trabajo.Ahora, esta realidad empeora, pues el proyecto de ley eliminaría la contratación por tiempo definido, lo que significa menor capacidad de contratación. Pasados los 3 meses si no tengo evidencias concretas y seguras de haber contratado el personal adecuado, pues me veré obligado a prescindir de esos trabajadores. En conclusión, en este punto de la ley se endurecen las formas de contratación y el resultado es menos empleo. Por lo tanto, ni moderniza ni brinda más estabilidad a los trabajadores.
El IESS registra un déficit actuarial acumulado de varios años. Esto quiere decir que bajo las condiciones actuales, a futuro el IESS tendría imposibilidad de atender todas las prestaciones que actualmente brinda. Si las finanzas fiscales se van debilitando por el gasto público desmesurado de los últimos años y si para los siguientes años el déficit fiscal estimado sigue necesitando de más deuda interna cuyo principal y casi único acreedor es el IESS, la capacidad futura del Estado para cumplir sus obligaciones con el IESS es menor. Cada vez hay más jubilados que atender y las contribuciones no alcanzan a cubrir esa demanda. Por lo tanto, si ahora se incorporan más beneficiarios, se agiganta el problema actuarial y financiero del IESS. En tal virtud, el enunciado de universalidad es más ruido que nueces.
Tanto se ufanan de ser académicos que deberían conocer que la escuela neoclásica prueba claramente que la rigidez laboral impide mejorar los niveles de empleo, así como la escuela keynesiana sostiene que una menor demanda agregada, por menor inversión privada, también complica contratar más trabajadores. La ley es sesgada y no como debe ser, es decir, equilibrada entre trabajadores y empleadores.