La gente se cansa de que le manipulen. De que le pinten una realidad distinta a la real. De que le maquillen las cifras. De que se utilice a la justicia para alcanzar los propósitos políticos o económicos que interesan a alguien en un momento determinado. De que le quieran meter gato por liebre.
Algún rato, la gente reacciona. Como el domingo pasado en Argentina, cuando los pronósticos generales se fueron al suelo sin que existiera una razón única o específica que trastornara lo que proclamaban sería un arrollador triunfo electoral del gobierno. La gente reaccionó porque se cansó de muchas cosas que se han ido acumulando a lo largo de los largos años de gobierno de una familia que concibió el manejo del Estado como su patrimonio y su sola voluntad.
En un país en el cual se agrede todos los días a los que piensan distinto, la gente se cansa. En un país en el que se cambian los métodos de cálculo para medir la inflación, para luego maquillarla, la gente se cansa. Argentina llegó al extremo de que las cifras oficiales de inflación, evidentemente adulteradas, no sean reconocidas por los organismos internacionales. Mientras el gobierno decía que la inflación era del 8%, lo real era 25%.
Aunque mayorías desinformadas se traguen la información oficial repetida una y mil veces, quien hace las compras de mercado siente que la realidad es otra. Y termina cansándose de que le mientan. Y reacciona algún rato. Y pierde la confianza en la palabra del gobernante. Si existe un mercado paralelo de cambios, con dólares a un precio 60% mayor que el del mercado oficial, es porque algo anormal está pasando en la economía. Cuando los gobernantes incrementan su patrimonio desenfadadamente – corrupción- provocan la reacción, que algún rato explota.
La gente acaba sospechando cuando los medios de comunicación que están al servicio del Estado presentan, exclusivamente, la visión gubernamental, convirtiéndose en medios de propaganda más que de información, y algún rato reacciona, porque los que manipulan acaban perdiendo credibilidad, más si esa manipulación va de la mano de persecución a la prensa independiente.
En un país en que “suicidan” al Fiscal que anunció la presentación de pruebas de encubrimiento contra la gobernante en el espantoso crimen contra la Mutual judía, la gente percibe que los jueces son presionados sin pudor, que los fiscales se aterrorizan. Y algún rato, la gente se harta. Y reacciona. Y vota en contra de todo eso que se ha ido acumulando.
Es como cuando un fiscal, como el de Venezuela, que huye del país denunciando que le presionaron para acusar al dirigente opositor preso, descorre el velo: es imposible que no haya reacción de la gente ante el desenlace de un caso de persecución política tan evidente.
La concentración de poder vuelve insensibles a los gobernantes y provoca hartura, que desemboca -más tarde o más temprano- en rechazo, como ahora en Argentina.