Según fuentes confiables, aunque no oficiales por la dispersión de agencias y la reserva que se guarda sobre el tema, EE.UU. destina cerca de USD 180 billones anuales para mantener la seguridad doméstica. Es decir que los recursos que invierte en este campo, sin contar con los que aporta cada estado de la Unión, igualmente significativos, son de magnitud exorbitante, el 15% del presupuesto nacional federal.
Cito este dato a propósito del despliegue policial y militar hecho con motivo multitudinarias manifestaciones –la gran mayoría pacíficas aunque también violentas- producidas desde hace más de quince días en alrededor de cuarenta ciudades de Estados Unidos como rechazo al asesinato, a manos de un policía blanco, de George Floyd, ciudadano afrodescendiente y que pudo observar el mundo entero gracias a la conectividad que ofrecen las nuevas tecnologías.
Aparte de este abominable hecho que movilizó a cientos de miles de norteamericanos a manifestarse para poner en evidencia la subsistencia del racismo y la injusticia con los negros en Estados Unidos, país altamente desarrollado y se supone que con valores enraizados de libertad, igualdad y solidaridad, me ha llamado poderosamente la atención la enorme inversión en la seguridad interna, como si el enemigo estuviera en casa. La fuerza y el equipamiento de la policía local y estadual son impresionantes. Armas de toda clase no solamente para manifestaciones como balas de goma, bombas lacrimógenas, gas pimienta, agua, entre otras, sino fusiles automáticos, tanquetas, armamento militar en manos de la Policía para reprimir movilizaciones de protesta multirraciales con un propósito justificado. El equipamiento de protección de los miembros de la fuerza policial parece de guerra: cascos, hombreras, rodilleras, botas, todo el “uniforme” parece de una película del futuro. ¡Y lo más llamativo es que buena parte de estos efectivos usan uniforme de camuflaje – en plena ciudad- con un distintivo que los identifica como policías! Esta fuerza equipada como fuerza militar está destinada no solamente para “servir y proteger”, como es su lema, sino para enfrentar a la población civil que tiene el derecho constitucional de manifestarse pacíficamente. No cabe una Policía militarizada.
Hay que decirlo: algo similar sucede con la otra gran potencia. China ha triplicado la inversión en una década por el mismo objetivo. Para el año pasado ascendió a USD 193 billones, esto es, según especialistas fiables aunque siempre con ciertas dudas, más que en la propia defensa nacional. En este caso todo es más opaco y más autoritario por el tipo de gobierno que tiene que impone la disciplina social-capitalista con violencia.
¿Será que la crisis del modelo capitalista –China lo es, a su modo- ha debido poner al Estado contra su pueblo?