Otra vez la mano autoritaria policial venezolana se muestra con rigor. Ahora irrumpió en El Nacional y La Patilla.La Policía judicial buscaba en el diario El Nacional a su director, Miguel Enrique Otero, y a miembros de la junta directiva. Además requerían al editor de La Patilla, Alberto Federico Ravell y su hija Isabel.
El ‘todopoderoso’ Diosdado (no en vano tiene ese nombre), que preside la Asamblea Nacional, arremete contra 22 periodistas -Teodoro Petkoff, entre ellos- por haber reproducido un artículo de ABC, de Madrid. Allí se relacionaba a Diosdado Cabello con el tráfico de drogas.
Diosdado también busca compensación económica por esas publicaciones (¿daño moral?). Otero está en Estados Unidos e Isabel Ravell se halla en Bogotá. El portal digital de El País de España cita a Otero y dice que ‘su intención es regresar a Venezuela pero no están dadas las condiciones’.
Es comprensible ese temor del director de El Nacional en un país donde se persigue inmisericordemente a la prensa, se han cerrado canales de televisión y se limita el papel de impresión a los diarios críticos. Es terrible, en ese país no hay Cristo que haga salir de la cárcel a líderes opositores encerrados y condenados por una justicia dependiente.
Más allá de las particularidades de la denuncia y el proceso por la honra de Diosdado, la irrupción, acoso y presión en los medios venezolanos solo refleja un estado de cosas que anda mal.
Y si mal le va a la prensa crítica, mal le va a la ciudadanía que merece libertad para expresar sus opiniones ante un Régimen que sumerge a la economía en niveles desconocidos por el derroche experimentado cuando gozaban de precios altos del petróleo y que castiga con represión a quienes se quejan.Mal le va a las libertades fundamentales en donde los regímenes populistas autoritarios quieren imponer su mano de hierro, por la fuerza o por leyes escritas en nombre de una supuesta protección de los medios y la gente. Es la farsa del siglo XXI, de cuerpo entero.