Hay luchas y luchas: armadas, negociadas, aliadas, y tantas otras. Hay una lucha menos frecuente, aquella desde los afectos y las sensibilidades. Y cuando esto sucede entramos en los campos de la subjetividad. ¡Y bienvenidos sean! Desde estos podemos, quizás, ir dejando atrás tradiciones y creencias que ya no funcionan, obsoletas, pero sobre todo nocivas para las nuevas sociedades que -antes invisibilizadas- van mostrando su cara, sin vergüenza, ni falsos pudores. Hablo de lesbianas, de mujeres abusadas (casi todas nosotras), de mujeres que han tenido y querido abortar (muchas), de mujeres que no quisieron ser madres, de prostitutas (y más). Nos pongo en un paquete sin categorizar ni juzgar precisamente por lo dicho arriba, aceptarnos. Ser respetadas desde una decisión que es nuestra, desde un lugar de empoderamiento que nos concierne a todes. Y para ello, para protegernos, crear redes de apoyo, de sororidad.
Me resuenan las palabras, los sonidos, las imágenes, las texturas, de un grupo de jóvenes de Guayaquil (Resistencia) y otras artistas de Cuenca que van armando una singular exposición de arte político, de arte y política, no se bien. El interés primordial no es lo estético, dice Roxana Landívar la curadora, aunque su exposición ocupe la novel galería La Vitrina en pleno centro histórico de Cuenca. No hay un hilo conductor que lleva en si un discurso único y racional, son como las marchas políticas, sin principio, ni fin, sin previsibilidades. Son pruebas, pasos para tejer, para “asimilar que todo el miedo, todo el dolor, todo ese ejercicio de soltar es sentir que vamos dejando gotas por todos lados, vamos goteando fiesta, alegría, dolor, lágrimas, sangre, pero siempre es para que se vaya y venga algo mejor” (“Comadreando. Acompañamiento feminista abortista”, Las comadres, fanzine, 2018).
Es que luchamos contra un “enemigo”: la violencia machista que nos atraviesa, y queremos canalizar esta batalla a través del arte, remarca María Emilia Vera. Se trata de romper el pacto, de romper un tipo de fraternidad masculina que se cuece desde el abuso constante, la mirada invasiva, el manoseo no querido, el poder para tomar y mandar a “su” mujer, para emborracharse y violentar sexualmente a su pareja, y seguir sumando al alarmante número de femicidios. Relatar visualmente y delicadamente nuestra sensualidad hermanada a aquella de la naturaleza, como lo hace Fabiola Cedillo con su tríptico fotográfico; o vestirnos con ropa inmensa y ser desparpajadas, cómodas y locas (Gabriela Zumba), o retejer el pellón lojano con nuevas miradas y colores (Pamela Abad). Son formas diversas de resistir.
Caminé bajo la tenue lluvia y pensé cuánto faltaba por cambiar, cuánto para abandonar la comodidad de lo que nos dijeron y transformar aquello que ya no sirve…