¿De qué pobreza hablamos? Acaso hablamos de la pobreza económica a la que cada día se suman miles de ecuatorianos que han perdido o perderán sus empleos. O quizás hablamos de la pobreza moral, ética y de valores en la que se encuentra sumergida la patria producto de organizaciones mafiosas que se ha mantenido durante más de catorce años en las esferas de poder y que le ha costado al país millones de dólares y muchísimas decepciones sobre el devenir futuro de nuestra nación.
Es cierto que las dos van de la mano y que, si bien es cierto que la economía podría recuperarse en los próximos años, la secuela que nos deja la delincuencia organizada que se enquistó en todos los organismos y en todas las empresas públicas del país nos hace pensar que tomará mucho más tiempo para la recuperación moral del país ya que ahora nos desenvolvemos dentro de un ambiente putrefacto, lleno de pus el cual ha minado en el entusiasmo y en la energía de un pueblo que solo alcanza a ser espectador dentro de la avalancha de noticias relacionadas con la corrupción, el abuso de poder y la trampa.
Nunca es bueno generalizar pero si uno observa los casos de corrupción, descubre estos están en casi todas las actividades que realiza el Gobierno; en materia de salud, el caso del reparto de los hospitales, en el Ministerio de Obras Públicas, el caso Arroz Verde y así súmese el Biess, el Isspol, Petroecuador y tantos otros que me vienen a la memoria.
El país está secuestrado por verdaderas mafias políticas cuyo fin último es utilizar el poder para delinquir y para amenazar y callar a todo aquel que pretenda denunciarlos o ponerlos en evidencia. Es cierto que algo se ha avanzado pero no es (y nunca será) suficiente. Hay millones de ecuatorianos honestos pero sin voz, desprotegidos, que solo buscan una oportunidad para llevar el pan a la casa y para poder trabajar en un ambiente sano que permita divisar un mejor futuro para sus familias.
La voz del pueblo está diezmada por la indolencia de la clase política. El futuro de nuestros hijos corre serios riesgos por la visión cortoplacista y de intereses obscuros al estar en manos de un puñado de mafiosos que controlan el aparato productivo estatal venido a menos pero que maneja miles de millones de dólares que no cuentan con la debida y adecuada administración y por ende con las necesarias auditorías y con la rendición de cuentas, lo que hace de estas empresas arcas abiertas para el cometimiento de actos de corrupción dentro de un ambiente de descaro nunca antes visto.
Vivimos en la pobreza. Vivimos dentro de una pobreza de valores y en una pobreza de pensamiento crítico donde son muy pocos los que teniendo voz, tienen calidad moral para defender de manera genuina y desinteresada los intereses de la patria. La pobreza que hoy vivimos no es solo económica. Ojalá sólo fuera ésta.