El debate en el Ecuador se empobreció de tal manera que, como debate, ahora se entiende la descalificación y el escarnio público, en cualquier ámbito de la opinión, en cualquier tema que se ponga sobre la mesa de la discusión. No importa si se habla de política o de ecología, de música o de deporte.
¿Dónde se quedaron las ideas? ¿los análisis? ¿el intercambio de opiniones? ¿la información previa y la documentación a la hora de discutir? ¿el respeto hacia el otro y hacia la opinión distinta? Parece que ese es uno de los mayores legados de estos tiempos y con ello tendremos que lidiar por mucho rato, pues eso no se supera si cambia o no un gobierno o un partido político: el debate empobrecido, las ideas vueltas harapos y remiendos, el insulto como forma de debate nacional se han instalado y han tomado posesión de la vida del país y no solo en la vida política del país sino en la vida cotidiana.
En ese pobre debate todo es en blanco y negro y no tiene matiz alguno: gobernantes y opositores, ricos y pobres, mestizos e indígenas, derechas e izquierdas, ecologistas y ambientalistas versus petroleros y explotadores, a favor versus en contra de casi cualquier tema que se ponga en discusión. Así, en blanco y negro. Esa forma de debate se deja ver en las redes sociales que son, ahora, como una radiografía de la sociedad, el espejo en el que hemos de mirarnos.
Debatir no es ganarle al otro por KO. No se debate a trompadas. Debate no es sinónimo de pelea. El debate está empobrecido. Y es que la sociedad también está empobrecida, y no económicamente sino empobrecida de ideas.
¿Cómo es posible, por ejemplo, que alumnos y hasta algún profesor haya aplaudido mientras la seguridad de Erdogan golpeaba a mujeres en pleno centro académico? ¿Es esa una forma de poner en el debate su simpatía por ese señor? A un debate pobre viene luego una respuesta más pobre aún que se resume de la siguiente manera: un grupo de personas maleducadas protestaba… casi, casi, un “bienhechito”.
¡Vergüenza de debate y vergüenza de conclusión!
Y como ese debate se han instalado muchos: el de si debe o no haber una oposición unida, el de si se explota o no el Yasuní. Parece que estamos huérfanos de ideas.
El debate es cada vez más insustancial, más tibio. Más predecible. Predecible se vuelve también el futuro del país, un país que académicamente no está en crisis aunque la academia no esté pasando por su mejor momento…
Sin debate, sin ideas será más difícil sortear los problemas y trazar un futuro de país. Sin debate es imposible cambiar el modelo económico y social del Ecuador porque para ello se requieren de ideas, discusiones, disensos.
La democracia no se construye a patadas. Nada se construye a patadas.
maguirre@elcomercio.org