Liu Xiaobo pidió una vez que todos los escritores y pensadores libres del mundo, que se unan a él, de diferentes formas y con diferentes estrategias, para apoyar la libertad, la democracia y la paz en China. En esa ocasión dijo que solo la unión y la solidaridad de quienes tienen una consciencia de libertad puede ayudar a su país y a todos los ciudadanos chinos que ahora no tienen derecho ni oportunidad de escribir libremente. Su lucha apenas está empezando a tener frutos’Liu tuvo la oportunidad de quedarse dando clases en Nueva York, nada menos que en la Universidad de Columbia, donde había sido invitado como profesor en los años 80. Para su pluma y para su espíritu de escritor prolífico y de crítico contumaz, la Gran Manzana era un sueño hecho realidad. Pero escogió el camino difícil: apenas se enteró del movimiento de estudiantes universitarios en Pekín volvió precipitadamente a su país para tratar de influir hacia un proceso de protesta pacífica. Llegó apenas unos meses antes del fatídico 4 de junio de 1989 cuando el Gobierno reprimió con sangre las demandas de los estudiantes. Más de 2 000 personas murieron y más de 7 000 resultaron heridas. Liu fue arrestado por primera vez en esta ocasión, acusado de haber promovido las protestas aunque su intención apenas era influir para que la protesta de los estudiantes y sus demandas sean procesadas de forma pacífica.Desde entonces no ha parado de luchar. En diciembre del 2008, cuando estaban por cumplirse 100 años de la primera Constitución china, 60 años de la declaración universal de los Derechos del Hombre, y cerca de 20 años de la matanza de Tiananmen lanzó al mundo la Carta 08, un manifiesto público por la libertad y los derechos humanos en China, pero también un manifiesto donde llamaba a una reforma política profunda que terminara con el régimen de partido único, la centralización del poder y la toma de decisiones y la restricción de los derechos políticos individuales. Su hazaña contó con el apoyo de más de 300 intelectuales chinos que firmaron el documento. Sin embargo, el mismo día en que fue hecho público Liu fue arrestado arbitrariamente por seis meses, luego sometido a un juicio donde la defensa no pudo siquiera presentar pruebas de descargo frente a la acusación de “incitar a la subversión contra el poder estatal”, y fue condenado a 11 años de prisión. Su atrevimiento le valió la cárcel, sumado a un castigo aún mayor: está impedido de escribir y de comunicarse con el mundo exterior. El régimen chino quiere que deje de ser él mismo, que deje de pensar, de escribir, de soñar’ Sí señores, ésta es la otra cara del “milagro chino”. Ojalá los seres humanos aprendiéramos algo de Liu y de su sacrificio. El Premio Nobel de la Paz no podía haber estado mejor escogido, aunque líderes que no merecen siquiera ser nombrados osen decir lo contrario.