Con las justas fue; como por resbalón llegó Maduro. Quizá el pajarito azul pió y pió hasta lograr que los números subieran un poquito y no perdiera. Podríamos hablar hasta de un milagro del que ahora increíblemente tiene capillas llenas de velitas y caras, no sé si embalsamadas o toditas de cera, rodeadas de florecillas. Pero aunque de Ripley, bueno, no tanto después de lo que vemos y vivimos a diario ahora último en nuestros países, el del pajarito azul que le ronda la cabeza ganó las elecciones en Venezuela. País para lindo, donde hace poco, nadie sabe con certeza en qué fecha, murió el Presidente y se convirtió en un avecilla, que ni moscas mataba, todo azulito. ¿No se llama Pájaro Azul un respetable licor del sur del país que hasta alucinaciones podría causar? Quizá poco maduro el caballero se tomó en exceso el famoso trago del pajarito. Qué dolor de cabeza tendrá cuando despierte del chuchaqui y se encuentre con la Venezuela de hoy, ¿tendrá los pantalones para levantarse y tomar las decisiones que obligatoriamente tiene que tomar para intentar revivir la economía que de tanto abuso está por fallecer? Temerosa digo, cuando ya se habla de cajas enteras de papeletas electorales incendiadas y revueltas por aquí y por allá, ojalá que Capriles no acepte el conteo y pida una revisión total, de uno en uno, para asegurarse, de lo que queda vivo de papeletas que el proceso electoral entero, no haya estado contagiado de cáncer. Me atrevo a decirlo porque como aseguran que uno puede infectar a otro con cáncer, la votación puede haber sido cancerosa y por eso no ganó quien debía ganar.
Los pollitos dicen pío, pío, pío, cuando tienen hambre, cuando tienen frío… Tanto creyó aprovecharse el maduro Mandatario de una religiosidad mal dirigida, casi pagana o quizá con tintes de magia negra de un pueblo al que el cerebro ya le han metido en una lavadora y secadora, pero que al parecer, ha resultado algo sanforizado. Doscientos treinta mil votos más es una cosecha poco convincente, es un triste resultado para el pajarito desplumado, que ahora le falta asentar los pies en la tierra y enfrentarse a la dura realidad, responder con la misma moneda el piar de sus seguidores cuando tengan más hambre y más frío.
Por otro lado, me alegro por Capriles, demostró, sin ridiculeces o populismos insultantes que puede ganar, aún ante la casi santificación del perdido líder. Me alegro porque no será él el heredero del desastre económico que le queda por resolver a Maduro y no será un autosacrificio tampoco. Pero sí, la prueba de que en ese país como en otros de la región puede comenzar a llegar el fin de las mentiras sin vergüenza, de la propaganda mentirosa, de las obras, sean buenas o malas que sólo se hacen por votos. Que llegue la racionalidad adiós al pajarito azul y sus sonrisas, aleteos y promesas incumplidas.