Las elecciones de la segunda vuelta en Chile son la oportunidad para elaborar preguntas, dilemas o incógnitas sobre lo que se ha denominado el “centro político”. Produce la impresión de que regresamos a la Asamblea Constituyente de la revolución francesa: jacobinos, girondinos y los volubles a las distintas horas de la revolución.
Es muy difícil para los ecuatorianos entender que significan estas clasificaciones pues nuestra historia está sembrada de los cactus del militarismo y el populismo, salvo algunos periodos donde personajes históricos enrumbaron a la nación por los senderos de la democracia y la república.
A pesar de las diferencias políticas que nos separan de Chile, es posible comprender lo que en la actualidad se conoce como centro político con motivo de las elecciones en ese país; más, cuando se recuerda la convulsionada época de la Unidad Popular en el gobierno de Salvador Allende o el modelo económico y de terror de Pinochet.
Eduardo Tironi, estratega de la victoria del NO en el plebiscito que empezó a recuperar la democracia, expresa su percepción de los tiempos previos a dicho suceso: “Los chilenos habían dejado de confiar en su propia fuerza. Tenían miedo de que los cambios desencadenen nuevamente inestabilidad, desorden, violencia. Tienen necesidad de un futuro, pero les angustia que este reaviva los traumas del pasado”.
La experiencia del país austral identifica lo que es el centro en la política. No es un espacio ideológico; es un refugio político. A el acuden los que ya olvidaron el catecismo marxista para la administración de un país y quienes saben de los excesos de un ídolo que siempre ha existido, pero no en las actuales magnitudes: el capital.
Con estos antecedentes, ese pueblo, impulsado por sus traumas, se inclinará a votar por Sebastián Piñera como lo hicieron por Aylwin, Lagos, Frei o Bachelet. Es un pueblo que está saturado de los costos de las novelerías políticas. De producirse este resultado el escenario estará marcado por un régimen que puede representar el 50% de la nación frente a la unión entre sectores desde el centro hasta la izquierda marxista lideradas por Beatriz Sánchez. Por eso, si las matemáticas fuesen una ciencia política, sumados los resultados del segundo y la tercera ganarían, pero representan a conglomerados puntuales sin mayores nexos o ideológicos antisistema; además, si ellos triunfaran la administración del poder podría lindar con la confrontación y eso no lo admite la memoria colectiva chilena.
En el Ecuador no se vislumbran movimientos contestatarios como Podemos, en España, o el Frente Amplio, de Beatriz Sánchez, en Chile. De los escombros de Alianza País, Lenín Moreno puede organizar cuadros y matar en su cuna a cualquier caudillo incipiente. En Guayaquil la herencia de Jaime Nebot será patrimonial, no política. Por eso, el diagnóstico del país, como en otras ocasiones, es delicado y reservado. Somos clientes VIP de las salas de emergencia y de primeros auxilios.