Los especuladores son siempre los malos de la película. Injustamente se les acusa de ser los causantes de muchos de los males de la economía, cuando en realidad ellos no causan los problemas sino que tienden a agrandarlos.
Veamos el ejemplo de Grecia y Europa. Resulta que Grecia había vivido durante una década más allá de sus posibilidades. Se había endeudado en exceso, había subido demasiado los sueldos y había concedido abundantes ventajas en su sistema de jubilación. Era evidente que un país así no era viable; el problema estaba ahí antes de que aparecieran los especuladores.
Y algún momento llegaron esos ‘seres malvados’ y lo que empezaron a hacer fue vender los bonos griegos a precios cada vez más bajos y a subir el riesgo país de Grecia. Eso agrandó el problema porque los endeudadísimos griegos tuvieron que empezar a pagar tasas de interés cada vez más altas. Todo esto hizo que subieran las primas pagadas para asegurar la deuda griega. Con esto no quiero decir que los especuladores sean unos santos, simplemente estoy argumentando que no causan los problemas, sino que los amplifican.
La labor de los especuladores fue casi la de una lupa que volvió obvio el problema y, ante eso, los griegos, los europeos y el Fondo Monetario se decidieron a actuar. Los griegos tomaron unas durísimas medidas de ajuste (más duras de las que ha tomado ningún gobierno en América Latina) y los europeos y el Fondo decidieron prestarles plata. Nada de esto debe ser agradable para los griegos, pero están viviendo el tremendo chuchaqui de haber farreado demasiado por 10 años y, luego de tanta medida, la economía de ese país ya empieza a parecer viable, tan viable que los especuladores dejaron de atacarla.
Veamos otro ejemplo de la ‘perversa acción especulativa’, veamos el azúcar en el Ecuador. Se acusa a los especuladores de la falta del producto en el mercado nacional. Pobres especuladores, cuando lo único que están haciendo es volver evidente un problema más profundo que es la dificultad de subir el precio del azúcar en el mercado nacional.
Mientras que en un supermercado de Lima o Bogotá la bolsa de 2 kg de azúcar está en USD2,70 y USD2,40, respectivamente, en Quito cuesta únicamente USD1,40. El problema es que es muy rentable comprar azúcar aquí y llevarlo afuera. Ningún especulador creó esta distorsión de precios y mientras sea “políticamente incorrecto” subir el precio del azúcar en nuestro país, seguirá habiendo esta relativa escasez.
Y mientras las economías griega, ecuatoriana o de cualquier otro país se manejen mal, habrá alguien que encuentre la manera de explotar ese problema y también habrá alguna otra persona que acuse al primero de ser un especulador, aunque la culpa la tenga quien maneja mal la economía.