Luego de un largo y tenso proceso de escrutinios, Pedro Castillo fue declarado ganador de las elecciones presidenciales en Perú, y se pone fin a una de las contiendas más polarizadas que ha vivido el país. Castillo, un maestro rural y dirigente gremial, derrota a la candidata Keiko Fujimori, apoyada por los sectores neo liberales de dentro y fuera del país.
La victoria tiene connotaciones muy especiales: además de su origen de clase, Castillo tiene solo un antecedente de participación en política, en 2017, como dirigente de una huelga en demanda de mejores salarios para los maestros; se presenta además como una opción desconocida para los votantes urbanos y entra en la lid con propuestas que mueven el piso a la corriente dominante, pues anuncia el impulso de cambios estructurales en pos de una redistribución de la riqueza. En fin, es el artífice de la segunda derrota de Keiko en tanto candidata que ha merecido el apoyo abierto y convencido del escritor Mario Vargas Llosa, defensor a ultranza de las políticas y de la democracia liberal.
Las propuestas de campaña le significaron ganar el calificativo de abanderado del comunismo, y las élites urbanas no dejaron de lanzar expresiones de racismo. Mientras, en opinión de sectores no ligados al pensamiento oficial dominante, Castillo es más bien un sindicalista pragmático poseedor de un discurso que atrae a los sectores pobres, porque conoce directamente sus necesidades.
El sillón presidencial que ocupará Pedro Castillo será testigo de un escenario complicado: la mitad de la población peruana teme ver a su país convertido en una “nueva Cuba o Venezuela”, muletilla difundida hasta el cansancio por sus opositores, y, por otra parte, una gran masa de ciudadanos espera con optimismo la solución de los problemas de pobreza extrema, marginalidad, inequidad, desempleo, ante sus promesas. Ese escenario tiene como telón de fondo a un Congreso probablemente hostil y opuesto a sus iniciativas.
El pasado recorrido por el Perú, estudiado por José Carlos Mariátegui en sus famosos “Siete Ensayos de interpretación de la realidad Peruana”, evidencia diversos problemas y realidades aún presentes en el Perú: la desigualdad económica, el problema del indio, el problema de la tierra, el regionalismo. Y en el pasado reciente, el giro del modelo económico hacia la aplicación de la economía de mercado explica la persistencia de la desigualdad económica y social, aún con el logro de tasas de crecimiento que no han constituido un factor de distribución justa de la riqueza.
El futuro inmediato del Perú es incierto: la crisis económica que afecta al mundo, con la exacerbación de las desigualdades en América Latina, y el reto de recuperar al país luego de la pandemia, a condición de formar alianzas que respalden políticas de consenso, no permiten hacer pronósticos claros. Es de esperar, eso sí, que el gobierno de Castillo suscite la unidad del Perú en torno a objetivos de beneficio para su pueblo.