En estos días se ven en Madrid cosas que desde hace muchos años no se veían. Y lo peor, es que seguramente se verán peores.
Una huelga de metro, el servicio de transporte urbano de trenes, ha dejado varado durante 72 horas a dos millones cuya furia se ha manifestado más virulenta que la de los futbolistas que lograron repuntar en Sudáfrica.
Los trabajadores de metro, funcionarios de la Comunidad de Madrid, se niegan a que les recorten el salario, prometen una huelga general a partir de septiembre y “salir a matar”. Por ahora han averiado cinco o seis vagones, golpearon a cuatro ‘compañeros’ que quisieron trabajar y dejaron de a pie a millones de colegas, trabajadores como ellos, eso sí en su mayoría del sector privado a los que ya les han rebajado el sueldo y que se consideran con suerte porque no han perdido el empleo. Hay varios millones más, hoy desempleados, que se sentirían afortunados con tener un trabajo aún con un salario acotado.
Cuando comenzó la crisis, hace dos años, los trabajadores alemanes rápidamente se dieron cuenta de que se trataba y en acuerdo con empresarios y gobierno, convinieron ajustes. En Madrid, en cambio, los trabajadores van a la huelga salvaje. Pero no hay que culparlos, el propio presidente de gobierno, Rodríguez Zapatero, ignoró la crisis y recién la admitió un año después. Con la reforma laboral, se demoró otro año. De igual manera, recién ahora, se comienza a hablar de reglamentar la huelga. En el medio del incendio se van a fijar si hay mangueras.
Y esto no para ahí, ni es lo peor. Hay que reducir el déficit y el ajuste afecta a toda la administración y a todos los salarios. Como es natural y explicable, la gente se resiste a la rebaja de sus ingresos. Y esto es lo que han dejado entrever en sus reclamos los magistrados españoles. Y esto en el país que un día sintió que debía salir a arbitrar justicia en el resto del mundo. Donde se alimentó eso tan malo para la justicia que es el ‘vedetismo’ judicial, y donde prospera esa tendencia a creer que se debe juzgar al ‘grito’ en función de las manifestaciones populares y las ‘firmas’ de ‘personalidades’.
Situación confusa, consecuencia de no aceptar los hechos. Tropezar y volver a tropezar.
Hace muchos años alguien dijo a los españoles: “Hemos sufrido un ataque de riqueza”, como una forma de advertencia de que era pasajero, pero no le hicieron caso.
España fue a Sudáfrica eufórica. Segura de ganar. Perdió de primera con Suiza. El título fue: “Y ahora ¿qué hacemos?”. Se repuso y clasificó para cuartos de final. El título fue: “Volver a soñar”.
PD. Siempre fuera de la realidad y en contraflecha con la historia, el inefable canciller Miguel Ángel Moratinos viaja a Cuba. Sumará su esfuerzo a distraer la atención mundial de los problemas que tanto afean las imágenes de la Cuba castrista, la Iglesia Católica y la España de Rodríguez Zapatero.