¿Peronismo a la ecuatoriana?

Ecuador es una sociedad y sistema político singular, podría pensarse que comparado con los vecinos sus cambios también lo sean, aunque los discursos se asemejen. Podría pensarse así que Acuerdo País se vuelva un partido singular, aunque hasta ahora no hay indicios. Pero necesitamos partidos, sin estos aumenta la apatía, caldo de cultivo de dictadores y caudillos, y se resuelven aun menos los problemas colectivos. Además, los que han ganado poder necesitan partidos para consolidarse, alimentar sus propuestas, crear nexos entre la gente del poder, la nueva élite, y entre esta y la población. Acuerdo País, un conglomerado de personas y grupúsculos alrededor del Presidente, le debe al país definir su color, quienes son, cómo funcionan. Autodefinirse como renovadores y encarnar la virtud fue cosa de su inicio, ahora cuentan los hechos, Acuerdo País así debería ser consecuente con la renovación política y constituir partido. ¿Pero cuál puede ser su característica? Hasta ahora los que en AP promueven una organización democrática, no jerárquica, participativa, son minoría. En cambio, de los hechos sobresalen otras características. La omnipresencia y peso absoluto de Correa que los activistas de AP le asignan y él justifi-ca diciendo que es “líder”. El funcionamiento clientelar, más notorio en elecciones con repartición de prebendas o uso del poder para ganar. Finalmente, la gente de diversa proveniencia ideológica y pasado que forman esa élite, articulada no por ideas sino por el líder; incluso con diferencias marcadas entre una facción de izquierda y otras de derecha y populistas. ¿Qué pueden dar estas tendencias? El referente no es el PRI ni los partidos de izquierda, muy orgánicos, menos aún Cuba o Chávez. Es el peronismo el más cercano. Perón, el líder, alimentó un nexo directo con las masas, no un partido, su organización fue sobre todo electoral, antes que los peronistas vean la importancia de hacer un partido. Los peronistas funcionaron con Perón, pero después se enfrentaron los revolucionarios y los otros, reivindicando cada cual el “verdadero” peronismo, un programa e ideologías inexistentes. Perón encarnó la idea de justicia, por la repartición de riqueza en el mejor momento de bonanza de Argentina, éxito de entonces que se convirtió en programa y mito políticos. En ese entonces fue notorio que, mientras unos, el núcleo del poder, construían y afianzaban el nuevo poder, otros pensaban que estaban haciendo la revolución porque se amplia-ba el estado de bienestar. Este trueque de percepciones duró, ya que los contrarios se ven satisfechos.

En Ecuador, la composición del nuevo Gabinete es menos ideológico, menos verde y rojo, pesan los leales al Presidente y, al fin, algo de gente con experiencia. Bien puede ser el anuncio de una élite peronista a la ecuatoriana.

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