La respuesta debiera ser positiva si el análisis se detiene en el vaivén del registro histórico. Ese movimiento, su líder histórico y posteriores gobiernos sortearon el destino y llegaron con diferentes ensayos y caretas hasta el presente. Primero fue el auge y caída en 1955 y el exilio de Juan Domingo Perón; luego, el impedimento cívico militar para evitar su candidatura de convocatoria abrumadora.
Sin embargo, el fracaso de otras tiendas políticas permitió el retorno y el inicio de una de las etapas más confusas donde se cobijó desde la extrema derecha liderada por la presidenta Isabelita y López Rega que mezclaron la represión de la Triple A -Alianza Anticomunista Argentina- con la brujería y, en la otra orilla, el terrorismo Montonero.
Luego, después de la monstruosa dictadura de Videla y compañía, el neocapitalismo de Carlos Menem y la experiencia del matrimonio Kirchner que termina sin la golosa reelección indefinida y con una dólar de la calle rozando los 15 pesos y con el vaticinio para el 2015 de alcanzar entre los 18 y 20.¿Cuáles son las características de este fenómeno de triunfos, autoritarismo con respaldo masivo y derrotas estrepitosas?
La respuesta se puede ensayar afirmando que el populismo nace como una irrupción histórica producida por la aglutinación de las demandas sociales y una relación directa entre el líder y la masa; además, aprovechando las rendijas electorales y las debilidades de la democracia representativa.
Hay una condición indispensable: los recursos fiscales, pues como dijo un columnista argentino: sin billetera no hay populismo.
¿Será aplicable este análisis a otras realidades como Venezuela o Ecuador? Es probable, pero habrá que confirmar si solo el petróleo no es renovable; pues, parece que tampoco lo es el dinero gastado en inversión pública, mucho más si no es productiva y solo corresponde a los gastos corrientes.
En el Ecuador se apostó a varias opciones para evitar el capítulo final: nuevas inversiones, cueste lo que cueste, como sucedió con el Yasuní, la postergada explotación minera, así como la concreción de lo que se denomina “La Nueva Matriz Productiva” que sin una directa participación privada resultará no nata.
Dentro del haber, hay que anotar el acuerdo con la Unión Europea, aunque no dejan de preocupar la salida de la Fundación Konrad Adenauer, conociendo que la actitud alemana es fundamental dentro de los comunitarios europeos.
La gran paradoja en los casos argentino y ecuatoriano es que al frente no existen alternativas programáticas, con liderazgos y equipos sólidos de trabajo.
Hay países como Chile, Perú y Colombia, entre otros, que bajo diferentes modelos han concretado opciones convincentes para evitar la hegemonía de un líder único y sus masas encandiladas.
Entonces una conclusión simplona pudiera ser que el corcho flota pero nunca se vuelve botella.