La noticia apareció por todos lados, pese a que no es una novedad: en Argentina la libertad de prensa está bastante castigada y muy lastimado el derecho a la información de sus ciudadanos. Eso sí ,el Gobierno lo maquilla y lo disimula bien y cuenta con colaboradores y amigos hábiles, talentosos y hasta arteros para conseguirlo. En casos se favorece, además, del descuido de organizaciones que se muestran mucho más celosas con otros países y otros gobiernos en materia de denunciar las violaciones a la libertad de expresión. Como que se distraen con los Kirchner.
Pero esta vez a alguien se le fue la mano. Fue un caso flagrante de censura. Y por TV., que se dan cuenta todos. Habrá sido por orden de la propia presidenta o del “ministro”, quien sabe, que todo puede ser. O quizá del dueño o director del medio más realista que el rey. Como ha dicho Jorge Lanata, uno de los periodistas más prestigiosos y respetados de Argentina y también más perseguido por el kirchnerismo: “hoy el 80% de los medios está manejado por el Gobierno”.
La cuestión fue que abruptamente -cortina musical de por medio- se interrumpió una entrevista televisiva a un ex hombre fuerte del kirchnerismo, hoy opositor. Nada menos que a Alberto Fernández, quien fuera Jefe de Gabinete durante el gobierno de Néstor Kirchner y en una primera etapa del primer gobierno de Cristina Kirchner.
Lo de Fernández es solo una perla de un largo collar, que el propio Fernández, cuando era el hombre ejecutor, comenzó a enhebrar y cuya manifestación más notoria, tanto como efectiva y siniestra, ha sido el manejo discriminatorio de la publicidad oficial. Esto es el manejo de los dineros públicos en función de los intereses personales del funcionario. “ Yo no le voy a dar dinero a los medios que informan en contra (léase en forma independiente) de mi gobierno”, fue la arrogante respuesta que del entonces Jefe del Gabinete a una misión de la SIP, haciendo caso omiso a la observación de que ese dinero no era suyo, sino que era de los contribuyentes.
Por la discriminación en la publicidad oficial, condenada incluso por la justicia, a la que el gobierno de Cristina Kirchner no le ha hecho mucho caso, y la sanción de leyes restrictivas, la independencia de los medios informativos está severamente coartada en la Argentina.
Y ni qué hablar de la información oficial; la que surge del gobierno, de sus oficinas y sus voceros. Y no estamos hablando de los discursos ni del supuesto cáncer de la presidenta. Hace unas semanas The Economist dejó de dar determinada información económica oficial argentina (inflación). Según la respetable revista británica son más confiables las cifras oficiales chinas o griegas que las que da el Indec.