“En un régimen presidencialista el perfil, las funciones y el campo de acción del ministerio de la política están determinados exclusivamente por el primer mandatario de la nación. En consecuencia, preguntar que se pretende cambiar, una vez depurado el enredo de funciones políticas y de investigación o espionaje que lo convirtieron en todo, menos en la ejecución de estrategias democráticas es necesario indagarlo ¿Nuevos sabores o los anteriores con mejor aroma? Hay que advertir que el Gatopardo está gastado.
Si el gobierno concede la primacía política a un verdadero de la política, concede también un grado de respetabilidad interna y externa que beneficiará al conjunto gubernamental; con la ventaja funcional, de que tan poderoso señor se le puede agradecer sus servicios en cualquier momento. De lograr esta definición con el cambio reciente, el Presidente puede haber instituido un gran interlocutor con la dirigencia política, social y empresarial; además, lograr que ese secretario de estado, se convierta en el antídoto de los asesores que en todo gobierno presumen estar en un primer lugar, ser influyentes en materias decisivas y hasta de constar en la lista de posibles sucesores.
El presidente no debiera desaprovechar el cambio ministerial. Con urgencia requiere de la habilidad y astucia- ¿perversidad? – que suelen adornar a los ciudadanos que aceptan esta responsabilidad. Es verdad que en la actualidad no se registra oposición consistente y que hay indicios de que la fuerza gubernamental – correistas, morenistas o saltimbanquis – conseguirán importantes réditos electorales regionales.
Sin embargo, en el campo económico los desafíos y urgencias son tan graves, que se asemejan a fuertes vientos que anuncian feroces tempestades.
Sobre la historia de los ministros de gobierno y de la política se registra a varios que cumplieron con la gestión encargadas, a pesar adversas circunstancias políticas y sociales. Camilo Ponce Enríquez, Luis Robles Plaza, Raúl Baca Cabo, por ejemplo, fueron acreedores al consenso de un buen desempeño, que les permitió caminar libremente por las calles y no pasar obligatoriamente por los juzgados y fiscalías.
Mientras el tiempo transcurre, alarma conocer las medidas que tuvo que adoptar el presidente Mauricio Macri de Argentina y se ignora como en el Ecuador se podría paliar la reacción popular y empresarial sobre la política económica si aplican esas recetas. Ellos – los argentinos – tiene la ventaja de que las dimensiones de la corrupción fueron de nivel mundial. En el caso ecuatoriano todavía no existe una reacción más allá de la posible electoral; sin embargo, la posible ministra – el adjetivo es lo de menos- deberá enfrentar los efectos de aquellas decisiones económicas que están pendientes – lo de la Super es un botón- y urge conocer si continúa el sistema de “gota a gota” o, si las circunstancias exigen aplicar lo de “Macri”.