Perdedores, ganadores...

Ganadores y perdedores se encierran en sus mundos, hechos de sus aspiraciones y pretensiones; no tienen espacio para la realidad. Los políticos tienen mucho de narcisistas, aún más cuando se es candidato y se pone en escena a decir a los demás lo formidable que él es. Que difícil resulta admitir que los otros no le han favorecido, el ego está en juego.

La salida frecuente es encontrar culpables, recurrir al complot de los malos, de poderosos intereses volcados contra sus generosas e ilustradas propuestas, o al límite culpará al pueblo de ser incapaz de captar lo bueno, si no lo ha calificado ya de ser simple objeto de la manipulación ajena.

Raramente se pregunta si su derrota corresponde a algún cambio en la sociedad, en la ciudadanía, frente a lo que él encarnó o propuso. Si votantes que ayer apoyaron un color y candidato, y ahora prefieren a otro, debería llevar a preguntarse sobre los porqué. Pero si no pueden ver los hechos, rápidamente encuentra errores técnicos de campaña, y más centrado esté en su ego, más culpables encontrará, con lo cual no se cuestiona.

Qué difícil debe ser para AP admitir derrotas. Es probable que AP gane la mayoría de alcaldías, prefecturas y concejos municipales (escribo antes de las elecciones), lo que sería una victoria, pero ante la omnipresencia de su propaganda, la abundancia de recursos usados, la campaña electoral permanente y las afirmaciones de Correa, deviene una victoria a medias. Aún más si el porcentaje de votos por AP es inferior al de las elecciones seccionales anterior. Peor aún si no logra victoria o la logra de justeza en sus fortalezas de Quito y Cuenca. De todo esto, algo debería indicar que cansó a una parte de su electorado de ayer, que a lo mejor su ciclo de crecimiento y enamoramiento con el público ya perdió el encanto. ¿Por qué? ¿Podrá el Presidente, vertical director de campaña, artista principal y candidato omnipresente, verse en el espejo? ¿O encontrará culpables y complots, para así imaginar que ni él ni su lógica centralista y centralizadora que aplastaron la importancia de lo local, no tienen nada que ver con lo que ha pasado? ¿Habrá coraje para una revisión? Junto a los "ganadores a medias" con derrotas incompletas, habrá perdedores con sabor a victoria por haber logrado un impensado reconocimiento público. También habrá ganadores reales pero con victoria que no les pertenece. ¿Podrá Rodas, gane o no la Alcaldía, asimilar su éxito como una victoria de descontentos de Correa o Barrera, y no tanto como cosecha propia? También los reales perdedores tendrán dificultad en asumirse. ¿Podrá Lasso y Creo asumir su ausencia y pérdida de ser referente de la derecha o de los descontentos de AP que se le escapan de la mano?

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