Al pie de la tumba, se supone que los humanos pasan balance de su vida y tratan de rectificar. Menos Hugo Chávez. “Genio y figura, hasta la sepultura”.
La gran crisis latinoamericana de 2012 ya asoma. La desatará Chávez por sus lazos con Irán. Si se muere en los próximos meses, al margen del caos que dejará a sus compatriotas, les legará un conflicto con Washington, con Israel y una innecesaria conmoción en toda América Latina. El senador demócrata norteamericano Bob Menéndez y la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen -fundamentales en la supervisión de la política exterior de Washington-, pidieron una investigación. Con la seguridad norteamericana no se juega. Especialmente en año electoral.
Chávez ha puesto su cancillería, sus cuerpos de inteligencia y un segmento del estamento militar -donde no faltan narcogenerales- al servicio de Teherán y de Hizbolá. Esta colaboración -según ABC de Madrid- llegó a convertir a Caracas en sede de una cumbre terrorista donde participó Hamás. Acompañado sin mucho entusiasmo por Raúl Castro, arrastrará al conflicto a Ecuador, Bolivia y Nicaragua, satélites del Socialismo siglo XXI.
¿Por qué Chávez actúa de manera temeraria? Primero, su carácter mesiánico. Cree estar predestinado para transformar el mundo. Vive en un universo mágico. No se va a morir de cáncer. Sus adversarios son idiotas. EE.UU. y Europa se desplomarán. Segundo, su disparatada visión de la realidad y de la historia. Intelectualmente, es un pobre diablo formado por Las venas abiertas de América Latina, panfleto de Eduardo Galeano que suele prescribir. Tercero, su contacto con Castro, quien le transmitió su concepción de lucha contra el “imperialismo yanqui” durante la Guerra Fría. Junto a Fidel está dispuesto a triunfar donde Moscú fracasó. En 2002, Castro advirtió que Cuba e Irán “pondrían de rodillas” a EE.UU. Chávez retomó planes abrazado a Gadafi, Mugabe, Assad, Ahmadinejad, como recomendaba la KGB coincidiendo en el odio a EE.UU. y la libertad económica.
¿Qué puede frenar el espasmo revolucionario? La acción de los países responsables capaces de articular medidas de contención (entre los que no se cuentan, lamentablemente, los latinoamericanos). Fidel está más muerto que vivo y dedica sus momentos de lucidez a contemplar, melancólicamente, como su hermano Raúl desmantela lenta, pero progresivamente, su fallido experimento de medio siglo, mientras Chávez padece un gravísimo cáncer que se le ha esparcido por huesos y vísceras. Desaparecidos estos personajes, la pequeña guerra fría se extinguirá en poco tiempo. Por una vez, la naturaleza parece militar en el bando de la libertad.