“Dime Pepe” me dijo, y no “señor Presidente”, en un desayuno de trabajo organizado por la Asociación Latinoamericana de Integración –ALAdI-, en Montevideo año 2010, con una sencillez emanada de su vida estoica. “Diles a los ecuatorianos que a los uruguayos nos sobran ovejas y nos falta sus pastores mientras a ustedes le sobran pastores en los Andes.” Más tarde se hizo realidad la compra de ovejas a precios baratos.
Mujica ha sido el líder que, en democracia, situó a la izquierda política lejos de los extremismos y la polarización y con su don de la palabra alcanzó un liderazgo natural, como corresponde a un jefe de Estado. La semana pasada expresó que tanto Milei en Argentina como Hitler reaccionaron con programas locos contra la hiperinflación y fue contundente al criticar a los dictadores Maduro y Ortega. La palabra de Mujica resaltó la racionalidad como eje de su trabajo político austero, que lo caracterizó como un pensador mundial.
En su gobierno del Frente Amplio de Izquierda preconizó la sobriedad y rechazó el consumismo que confunde al ser con el tener. Autorizó el consumo de la marihuana, pero está convencido que lo único que puede rebajar la drogadicción es la persuasión y la convicción de sus peligros.
Sembró la digitalización de los niños que recibieron una computadora al comenzar su educación primaria y ahora Uruguay es el país con mayor conocimiento por habitante, al punto de que muchos uruguayos asesoran al mundo en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación digital.
No es casualidad que en este siglo dos expresidentes uruguayos lleven nombres autóctonos como Tabaré Vázquez y Yamandú Orsi, porque Uruguay tiene un sentido de pertenencia, siendo un país pequeño, cuyo territorio pudo ser brasilero y cuya población pudo ser argentina. Pero ahora sus tres millones y medio de habitantes viven en democracia plena, sin polos políticos, bajo el imperio de la razón y de la fraternidad demostrada en sus momentos difíciles, cuando sufrió una dictadura militar, a la que Mujica combatió y por ello vivió 12 años en prisión.
¡Gracias Pepe por ayudarme a pensar!