El penúltimo

Así como existe el apotegma de que la prensa reprimida siempre regresa por los fueros de la libertad de expresión, en el Ecuador pudiéramos estar inventando un nuevo referente que consistiría que la irreverencia en el periodismo de opinión debe limitarse si el régimen de turno es muy poderoso y aparentemente duradero; de lo contrario, efectos negativos sobe los medios o los periodistas serían irreversibles.

Entre otros, Carlos Vera, Juan Carlos Calderón y Jorge Ortiz no hubieran tenido ningún problema durante regímenes como los de Mahuad, Gutiérrez, Bucaram o hasta del mismo Febres Cordero, pero su permanencia en las trincheras de opinión en un Gobierno como el actual era muy difícil. No se trata de imputar la situación a los propietarios de los medios, pues basta ver su libertad informativa y editorial para comprender que no existe temor, sumisión o acuerdo. Sin embargo, si es necesario señalar la falta de una aclaración oportuna para explicar porque no están quienes fueron emblemas del ‘rating’ o de la lectoría.

Manifiestan que dijo “Joffre Torbay que los terroristas tenían que seguir la ruta del pavo: “morir en la víspera”. En el periodismo parece que hay otra máxima similar que sostiene que las malas o incómodas noticias hay que decirlas primero, para evitar que sean pasto del rumor o el chisme. De lo contrario, las distorsionan y muchas veces las pervierten. El paso a un lado de Jorge Ortiz y de los otros merece esa referencia. Sea por razones personales, empresariales, políticas o de cualquier otra índole, el pueblo tiene derecho a conocer las causas de la salida pues tiene que ver con el derecho a recibir información que es parte substancial de la libertad de expresión, como es el de los medios o cualquier actor a expresarla y difundirla.

El problema es que al final del día, que puede durar meses o años, los periodistas de opinión o de investigación deserten o sean relevados. Es verdad que los señalados se creyeron dueños de la verdad, pero solo fueron periodistas que ejercieron el derecho a la libertad de expresión. Sus métodos algunas veces no respetaron la réplica frente al micrófono o a la cámara, pero lo hicieron libremente y bajo su responsabilidad.

Es probable que los directores les permitieran excesiva licencias en contra de las audiencias pero eso no justifica – de ser cierta la versión- de haber facilitado la salida por razones mediáticas o estratégicas con el supremo poder. No se sabe si el régimen - depredador insaciable de la libertad de expresión -tenga en lista a otros periodistas.

A unos los capta con golosas remuneraciones para sus medios u oficinas de relaciones públicas y a los otros lo ubica a la vera del camino.

En estas circunstancias, Ortiz debe ser el penúltimo.

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