En este mundo globalizado, interdependiente y competitivo se plantean desafíos y la necesidad de aterrizar las cosas. Pasar de los discursos a los hechos, tornarse pragmáticos y dejar de practicar lo mismo que se criticó, pero con mayor grandilocuencia, y los ciudadanos dejar el poco interés por el bien común y solo pensar en el bienestar personal de hoy porque mañana ¿cómo quedan los hijos y los nietos? Algunos dejar de aplaudir con los ojos cerrados en lugar de informarse bien para actuar libremente y decidir lo que quieran, pero con cabal conocimiento de causa.
Se torna fundamental privilegiar lo que los expertos señalan como puntos básicos: la negociación y la resolución de conflictos, el pensamiento crítico, las competencias y la construcción de escenarios para vislumbrar el país que queremos al mediano y largo plazo.
En el mundo conflictivo que vivimos se dedican esfuerzos para negociar y resolver los problemas en todo nivel y la base para conseguir esta competencia en un mundo civilizado y democrático está dada por varias palabras: dialogar, escuchar y fundamentalmente procesar las demandas provengan de donde provengan y no solo de amigos y seguidores del pensamiento único. Trabajar honradamente, cumplir la palabra.
Luego se habla del pensamiento crítico y se reivindica como uno de los puntales de la nueva formación en un soñado sistema de educación integral, pero ¿cómo se consigue eso cuando se privilegia la cultura del rebaño, de seguir los lineamientos sin chistar nada porque caso contrario son declarados enemigos y opositores, de quedarse callados, de esperar que les den haciendo las cosas o que pase algo para que cambie la realidad? Norberto Bobbio, jurista, filósofo y politólogo italiano, en Diálogo en torno a la República, sostuvo que el hecho más grave es que hoy nadie se avergüenza de nada y no hay que olvidar que el sentimiento de vergüenza ha sido siempre la señal de la existencia del sentimiento moral. Entonces, ¿se ha renunciado a la crítica? ¿Cómo se aspira a tener una juventud y estudiantes con pensamiento crítico si solo servirán si no critican el estado actual?
La tercera competencia que se privilegia es la construcción de escenarios. ¿Cuánto se hace en la práctica para fomentar la prospectiva? ¿Qué escenarios construimos para los próximos lustros y décadas? ¿Acaso se logra un estable bienestar con declaraciones rimbombantes y altisonantes, que arrancan aplausos? ¿Pan para hoy y hambre para mañana cuando haya crisis y no subsista el asistencialismo en lugar de fomentar el trabajo, la producción y productividad de todos, sin clasificar a buenos y malos? Si no se impulsan estas competencias el resultado será lo que habla el filósofo Ortega y Gasset en su obra España invertebrada: “el hombre masa” y la desintegración con riguroso orden.