Iris Varela, ministra venezolana de Asuntos Penitenciarios, joven abogada de mirada fiera y verbo incendiario, advirtió tener preparada la celda para encerrar a Henrique Capriles. La creo.
Lo acusó sin pruebas de consumir alucinógenos, ser el autor intelectual de los nueve asesinatos y 78 heridos, entre ellos el diputado antimaduro William Dávila, lesionado dentro del Parlamento por los chavistas y de tener ojos “puyúos”.
No tengo idea qué es un ojo “puyúo”, pero supongo será tan terrorífico como la mirada de la señora Varela mientras acusa. (Su intervención está YouTube.) Según la Ministra, el primer paso es encarcelar a Capriles por pedir el recuento electoral. ¿A quién se le ocurre sospechar de ese Gobierno respetuoso de la ley? Imperdonable.
El segundo paso, supongo, será que otro preso lo asesine en una de las frecuentes reyertas en los predios de la señora Varela. Si en las calles la vida vale muy poco, dentro de las cárceles venezolanas no vale absolutamente nada.
¿Por qué el acoso a Capriles y a los dirigentes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD)? Porque todos saben que ganó las elecciones por un clarísimo margen, luego vulnerado por las manipulaciones electrónicas, suponen algunos, o por el “arrebatón” clásico de la peor tradición latinoamericana, según otros.
En todo caso, está claro que Nicolás Maduro perdió, entre otras razones, porque es muy difícil que la mayoría de cualquier sociedad respalde a un grandullón medio bobo que habla con los pajaritos y hace campaña con un nido en la cabeza.
La reacción de Iris Varela, Diosdado Cabello, del Almirante Diego Molero y del resto de la banda, es la del ladrón sorprendido robando: mata para escaparse. Comete un crimen mayor para borrar las huellas del delito anterior.
Por eso Capriles y su estado mayor cancelaron la marcha del 17 de abril. No querían darle oportunidad al Gobierno de salir a asesinar, acusar de ello a la oposición, y decretar un estado de conmoción social que serviría de coartada para eliminar las raquíticas protecciones constitucionales que subsisten del ordenamiento jurídico venezolano.
“El Flaco” hizo bien en renunciar a la falsa auditoría que deseaban imponerle.
El camino de la impugnación total de las elecciones tiene pocas probabilidades, pero puede mantener la vigencia de la protesta más tiempo. Hay unos análisis estadísticos que demuestran el fraude fehacientemente. Hay que divulgar lo que realmente ocurrió.
Es posible, claro, que los ladrones, atrapados con las manos en la masa, si no pueden matar, traten de pactar una salida que les garantice la bolsa y la vida.
Dice el periodista Rafael Poleo, siempre muy bien informado, que el hombre para gestar ese arreglo es José Vicente Rangel. No lo sé, pero el ilegítimo gobierno de Nicolás Maduro pende de un hilo. Como la vida de Henrique Capriles.