La pena del Yasuní
Así son las cosas de la política: el proyecto Yasuní-ITT, lo más revolucionario de la revolución ciudadana, se ha ido a pique. Y la discusión sobre una iniciativa que iba a dejar al mundo con la boca abierta se convierte simplemente en un cálculo de cómo explotar el petróleo sin afectar demasiado al medioambiente. Se trata de una rebaja de planteamientos que decepciona a todos los que amamos la naturaleza y nos sentimos custodios de la creación. Entre carreteras, oleoductos, campamentos, extracciones horizontales y demás cuestiones, el tema es saber si en una zona de reserva ecológica es posible una explotación semejante que, ahora, ya no sólo afecta a la periferia, sino al corazón del Yasuní. Confiábamos en que, al final, se impondrían los planteamientos ecológicos, éticos y medioambientales proclamados a los cuatro vientos, pero no… Al final, una vez más, triunfan los planteamientos economicistas y los intereses transnacionales, devastadores e irreversibles.
El discurso de la pobreza (lograr recursos para mejorar el nivel de vida) tiene su peso. Pero dudo que lo vaya a solventar la explotación del Yasuní. En el conjunto del presupuesto general del Estado, 32 000 millones de dólares anuales, me pregunto si las utilidades previstas, 18 000 millones de dólares, distribuidos a lo largo de los años, justifican el deterioro ambiental irreversible al que se somete nuestra tierra y nuestros pueblos. Lo cierto es que, a la luz del Yasuní, quedan en evidencia tantos otros problemas importantes no resueltos, tales como la deforestación, el agua, la intangibilidad de los pueblos no contactados, la ausencia de inversiones no petroleras, el permanente déficit presupuestario, el endeudamiento, etc. Por todo ello, el dilema petróleo/pobreza no es de recibo. Petroleros hemos sido a lo largo de estos años, con recursos impensables hasta ahora y, sin embargo, habría que preguntarse cuánto de las utilidades petroleras le ha llegado a los pobres… El tema de la pobreza va unido al de la equidad, la educación, el empleo, la acción social de un Gobierno que no puede justificar la depredación del territorio y del ecosistema, así como la amenaza a los pueblos no contactados, en función de aumentar los ingresos. Otros medios están a disposición del Gobierno, dentro de la amplitud de los presupuestos generales del Estado.
Verdad es la codicia de los Estados, y que una cosa es predicar y otra dar trigo… La falta de respuesta internacional es decepcionante, pero igual de decepcionante es la decisión del Gobierno, suponiendo que el Plan B no haya sido desde el principio el Plan A. Más allá de los cálculos políticos y económicos, que en el Ecuador haya poblaciones en aislamiento voluntario en una zona de inmensa riqueza ambiental es un privilegio. No se trata de una afirmación poética, sino vital. Conservar el Yasuní es vital para nuestra subsistencia.
La Asamblea Nacional tiene un gran reto por delante, el mismo que tiene el pueblo. Si el artículo 407 de la Constitución quedara pulverizado habría que preguntarse si realmente el Ecuador es un país que ama tanto la vida… En fin, una pena .