Con motivo de la presentación de su último trabajo literario “La llamada de la Tribu”, Mario Vargas Llosa ha dado una serie de entrevistas y participado en varias conferencias. En ellas, el laureado escritor ha mencionado su complacencia porque, a su parecer, América Latina está saliendo de esa ola populista que le mantuvo atrapada durante el arranque del presente milenio. Una mirada menos optimista podría arrojar que, si bien algunos gobiernos populistas han concluido sus mandatos, el fenómeno está presente y en búsqueda de la menor oportunidad para hacer de estas geografías tierra fértil, para que rebroten esos postulados inundados de disparates que cada vez más nos hunden en la pobreza y el atraso. Si reparamos en varios países de la Región, observaremos que el fenómeno populista se encuentra profundamente arraigado en gran parte de la población y así no les alcance para recuperar el poder de forma inmediata, continuarán siendo una fuerza política importante que hará todo lo que esté a su alcance para evitar que esos países se conduzcan con normalidad, con la finalidad de provocar cansancio y hastío en la población y así tener expedito su camino de retorno al control y administración de la cosa pública.
México está a un tris de que aquello suceda. Manuel López Obrador va a la cabeza de las encuestas y lo más probable es que resulte elegido presidente. Su moderación en el discurso en esta ocasión no es garantía de que, una vez en el poder, no retorne por sus empeños, desatinados casi todos, anunciados a lo largo de su extensa carrera política. De hacerlo, México experimentará un frenazo.
En Brasil, aún con el líder político tras las rejas, la fuerza del Partido de los Trabajadores es relevante. Será solo cuestión de tiempo para que acierten con la persona adecuada que les permita hacerse de nuevo con el poder. Si encuentran la manera, no se debe descartar que retornen las prácticas corruptas que sirvieron para, de forma sistemática, desviar recursos con el fin de fortalecer la organización política.
En Argentina, Macri sufre el acecho de una oposición recalcitrante, mayormente preocupada por evitar el destino que les espera tras las rejas; y, de otra, en la forma más institucionalizada, que no quiere apartarse de ese sistema de canonjías que les ha permitido perpetuarse en el poder gracias a la chequera de un Estado despilfarrador.
Venezuela no tiene futuro alguno mientras el dictador se sostenga apoyado por unas fuerzas armadas envilecidas.
En Colombia, Petro obtendría una votación cercana al porcentaje que respalda a estas tesis en todo el subcontinente. Si ahora no le alcanza, permanecerá agazapado esperando su momento.
En Perú, el populismo posee otra clase de rasgos pero es una fuerza numerosa.
Todo esto pinta que no es nada auspiciante el futuro y continuaremos en este círculo perverso al que, pomposamente, lo llaman vanguardia o progresismo.