En un momento de ‘patriotismo deportivo’ -cuando los futbolistas del Ecuador entonaban el Himno Nacional, en uno de los cotejos de las eliminatorias, el mundial de fútbol- surgió en mi mente la idea de este artículo y otros del mismo cuño.
Nos emociona ver jugar a nuestra selección, y nos llena de pasión y entusiasmo su accionar. ¿Qué nos interpela a los ciudadanos ecuatorianos? ¿El fútbol -pasión de multitudes- une más al país que la política? ¿Qué nuevo patriotismo podemos aprender de estas jornadas deportivas?
El tema es interesante y las preguntas formuladas provocan debates necesarios no solo en el ámbito educativo, sino cultural, cívico, académico y político. Para empezar, vale la pena explicar, en pocas palabras, este nuevo patriotismo, entendido como aquel que exalta los valores de un país unido por un deporte, el fútbol, que apasiona y eleva los espíritus hasta el éxtasis, sobre todo cuando se registra un gol, descrito por Eduardo Galeano como el “orgasmo deportivo”.
En el presente caso, la Patria y sus símbolos -la Bandera, el Himno y el Escudo– se unen inseparablemente al fútbol, que tiene una agenda planetaria, y congrega a millones de espectadores, a través de los medios de comunicación tradicionales, la Internet y las redes sociales. El uniforme de cada país y los símbolos mencionados, forman parte de esta parafernalia multicolor, que fortalecen los nacionalismos, el entusiasmo sin límites y los negocios más rentables de la Tierra.
La Sociología, la Cultura, la Psicología, la Comunicación, la Semiótica, la Economía y la Política revelan estudios sobre este ‘patriotismo deportivo global’, que ha eliminado las fronteras y convertido de toda la humanidad en jugadora y fanática, gracias a un deporte que ha superado con creces otros ideales mundiales como la paz, la justicia y la solidaridad.
La lección del fútbol es importante reconocer, e intentar discernir, sobre la marcha, el otro juego -el del patriotismo (enseñado, aprendido y pocas veces practicado)-, que tanta falta hace en el ámbito nacional. Los aprendizajes están allí, como factores de unidad en la diversidad, cuando vemos y admiramos cómo “sudan la camiseta” para lograr un puesto en el próximo mundial. Y está allí nuestra gente –mestizos, afros e indígenas– que demuestran coraje, decisión y capacidad de conseguir logros con esfuerzo y sacrificio. ¡Sin complejos!
Si podemos obtener metas en la práctica del fútbol, ¿por qué no luchamos, con el mismo ímpetu, para superar las causas de la pobreza, la discriminación y la desigualdad, todos en unidad de propósito? Es otra “cancha” será la posible respuesta. ¿Un nuevo patriotismo de verdad?