A finales del siglo XIX, en el contexto anglosajón, se empezó a usar el término paternalismo para referirse a una práctica que entiende al gobierno como un padre ‘con la pretensión o el intento de suplir las necesidades o regular la vida de una nación o comunidad de la misma forma que hace un padre con sus hijos’. En nuestro contexto, la RAE define al paternalismo como ‘la tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre de familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo: políticas, laborales, etc.’.
Cuando el Estado asume el paternalismo como guía de acción se coloca en una posición de superioridad frente a los ciudadanos, da por supuesto que conoce lo que les es más conveniente, deben ser guiados por su bien, por su propio interés. En una lógica que tiene rasgos totalitarios, los funcionarios estatales pierden de vista la autonomía personal y asumen que pueden establecer (e imponer) proyectos de vida que consideran mejores que las opciones individuales.
La educación se usa para adoctrinar, para imponer ciertas visiones de perfección. Se aprueban cada vez más normas jurídicas y políticas públicas que regulan aspectos de la vida de las personas que son de su exclusivo interés y que no comportan ninguna amenaza para terceros o para la comunidad: un Estado cada vez más grande e interventor dejará pocos aspectos sin regulación o afectados por su acción.
Detrás del paternalismo subyacen algunas ideas heredadas del patriarcado: se asume que el padre (no la madre) se encuentra en mejor posición para decidir en los asuntos de los miembros de la familia, se presenta esto como algo ‘natural’ resultado de una supuesta superioridad del hombre frente a su esposa e hijos; un padre no se equivoca porque sus decisiones son resultado del amor.
Paternalismo estatal, patriarcado (machismo), desconocimiento de los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos son expresiones de relaciones de poder, obviamente, no se trata de ‘hacerse respetar’.
Cuando quien ejerce el poder asume una visión mesiánica de la vida y coloca a los ciudadanos en posición de seres vulnerables a quienes se debe tutelar, se amenaza la vigencia de los derechos, se los limita por “nuestro propio bien”, se usa el aparato estatal para la imposición de ciertas ideas de perfección. No se educa para la libertad sino para la sumisión, para que aprendamos a aceptar los mandatos que vienen desde el poder.
Cuando los ciudadanos se rebelan, se empoderan, resisten esto es visto (por quien ejerce el poder) como un error, como resultado de la manipulación y la desinformación ¿Cómo puede alguien cuestionar a quien hace las cosas por amor y por nuestro beneficio?
Vienen días difíciles para el régimen, no solo por lo económico, las marchas del 19M han dejado en claro que son cada vez más las personas que se resisten a un Estado paternalista y reivindican su ciudadanía.
@farithsimon