Un paso más

Por tratarse del segundo de los seis pasos hacia la firma del muy anhelado acuerdo de paz, en un camino sin precedentes, el anuncio sobre un entendimiento entre el Gobierno y las FARC respecto al punto de la participación política tiene que ser motivo de esperanza.

Una noticia que además llega en un momento crucial, en el que eran necesarios hechos concretos que sirvieran para robustecer la confianza en un proceso que todavía no goza de respaldo unánime: según el más reciente sondeo de Gallup, si bien el 59% de los interpelados respalda las negociaciones, un porcentaje idéntico es escéptico sobre la posibilidad de un desenlace positivo.

Por eso, lo anunciado ayer constituye un impulso decisivo. Para nadie es secreto que la proximidad de la contienda electoral hará que los diálogos caminen sobre arena movediza, lo que obliga a pasos firmes, solo posibles si hay resultados así sea parciales.

Pero se trata de una esperanza que no puede perder su polo a tierra: el precepto básico de este nuevo intento según el cual nada está acordado hasta que todo esté acordado o, en los términos utilizados por el Presidente, tener siempre presente el riesgo latente de que el pan se queme en la puerta del horno.

Hechas estas consideraciones hay que resaltar aspectos que contiene el comunicado conjunto revelado ayer.

El primero, sin duda, es que lo avanzado apunta hacia una democracia más profunda, abierta e incluyente, algo deseable para cualquier sociedad. Tan importante como esto es que nada de lo revelado implica modificar la Constitución. Queda claro que la eventual firma de un acuerdo final implicará "la dejación de las armas y la proscripción de la violencia como método de acción política", para muchos analistas esto significa que las FARC han asumido ya que si quieren regresar a la civilidad no lo podrán hacer con los fusiles en la mano.

No menos relevante es contar con un estatuto de la oposición, iniciativa necesaria y tantas veces aplazada, así como con unas reglas de juego electorales menos severas con los partidos minoritarios y con sectores de la población con tantas necesidades como pocos representantes que se ocupen de sus problemas desde cargos de elección popular. Las circunscripciones transitorias especiales de paz son una salida sensata para que la guerrilla busque en las urnas, como debe ser, concretar las transformaciones que buscó a través de la violencia.

Pero quedan muchos interrogantes. Sobresale el que no haya todavía humo blanco frente a asunto tan sensible para la opinión como el acceso de los jefes de la guerrilla a cargos de elección popular, en especial aquellos que tienen a cuesta condenas por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.

El haber podido evacuar un punto más de la agenda le quita presión a la mesa y es un avance para nada despreciable. Para el trecho que falta es fundamental que se fortalezcan consensos que permitan que sea cada vez menos viable para las FARC dar marcha atrás.

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