Pasó la hora

Preguntar por el Yasuní, así, sin más, asumiendo que hablamos de la selva infinita no era sino insistir en una mentira, que, por más que sea dicha mil veces, sigue siendo mentira: el Yasuní no es la selva infinita, señores. Esa falsa premisa ha servido para un funcionariado que se gastó más de 10 millones de dólares en pasearse por el mundo vendiendo una pompa de jabón.

El Yasuní viene siendo explotado desde hace más de treinta años. Y ya va siendo hora de mirar la realidad: de los cinco bloques petroleros que están dentro del Parque, uno al menos saca más agua que petróleo (16) y ese crudo está por acabarse; otros (14 y 17) han significado sangrientos conflictos. En el bloque 31 se ha abierto un carretero que lo llamaron “sendero” y, en el ITT, los trabajos de Tiputini están avanzados…

La pregunta de la consulta sobre el Yasuní, que ha planteado el gobierno, parece más aterrizada de lo que se cree. Y, aunque los derechos no deben consultarse, sino que deben aplicarse y garantizarse, ampliar la Zona Intangible significa algo concreto: discutir sobre el territorio en el que se mueven, viven, van de cacería, hacen sus chacras y sus casas, los pueblos indígenas aislados. Cualquier acción que signifique ampliar ese territorio, debe hacerse —gane el sí o gane el no— pues ya es suficientemente estrecho el espacio en el que están condenados a vivir (o a morir) aquellos que están cercados por el petróleo, por la madera ilegal, por la frontera agrícola y por grupos enemigos.

El gobierno ha marcado la cancha.
Ampliar la Zona Intangible significa mover límites y eso replantea también la zona de amortiguamiento y el reacomodo de los bloques petroleros.

Ampliar la Zona Intangible significa reconocer que estos grupos se mueven más allá de las fronteras entre el Nashiño y el Curaray y que los hitos de su territorio están marcados con lanzas y sangre.

¿Hacia dónde será la ampliación? ¿la ampliación de 50 mil hectáreas que sugiere la pregunta será suficiente? ¿Se afectará al campo Armadillo o los bloques 14 y 17, donde se han dado hechos violentos y donde se ha comprobado la presencia de estos grupos?, ¿se desistirá de la propuesta del Ishpingo? ¿a eso se refiere la pregunta cuando habla de la reducción de la tercera parte del ITT?¿con base en qué información se ampliaría esa Zona en la que está vedada a perpetuidad la actividad extractiva? ¿se tomará en cuenta en esa ampliación los patrones de movilidad de estos grupos? Más espacio para los tagaeri-taromenani y otros grupos que permanecen ocultados significa poner un límite (ojalá) a la invasión voraz que han sufrido esos territorios amazónicos. Pasó la hora de pensar en la selva infinita y vacía. Tomar decisiones a partir del territorio real puede ser un paso adelante en la protección de estos pueblos.

maguirre@elcomercio.org

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