¿Qué pasa en Chile?
Para tener contexto regresemos al 2006. Gobierno de la señora Bachelet. Estudiantes secundarios, llamados pingüinos por sus uniformes, se rebelan contra el sistema educativo cargado de mediocridad. Entre Gobierno y Parlamento logran desmovilizarlos y llegar a acuerdos cumplidos a medias.
En el 2009 una empresa de fármacos se autodenunció haber cometido colusión de precios con otras redes de farmacias. Sus competidores lo niegan, pero el caso fue a la justicia con una cobertura mediática enorme.
Luego del terremoto de febrero del 2010, y del exitoso rescate de los mineros, el gobierno, liderado por un ícono de la clase empresarial, enfrenta uno de los escándalos financieros sin precedentes protagonizado por una tienda por departamentos muy popular y aparentemente exitosa. Miles de personas habrían sido objeto de refinanciamientos de deuda morosa de manera unilateral, y los accionistas de la empresa aparentemente habrían sido engañados con información falsa, mientras algunos ejecutivos habían vendido sus acciones con enormes ganancias.
En junio del 2011 el gobierno apoyó la creación de una hidroeléctrica en la Patagonia chilena cuando decenas de miles de pobladores de la zona reclamaban una Patagonia sin represas para conservar ecosistemas que serían inundados.
Julio 2011. Los pingüinos, esta vez ya universitarios, se rebelan ante el costo de la educación y la desigualdad en la calidad. Se movilizan y no ceden para no caer en el mismo error del 2006. Ponen el fin del lucro y la igualdad en la calidad como las demandas principales. La ley ya estipula que en la educación no debe haber lucro, pero los inversionistas de las universidades privadas lo obtienen de los arriendos de la infraestructura. Como la educación secundaria no es suficiente para lograr un empleo, están obligados a ir a la universidad para acceder al mercado de trabajo. Compiten por publicidad, calidad del campus, y no por nivel académico. Los estudiantes y sus familias se endeudan con aval del Estado y al final muchos no logran pagar.
A un Gobierno de derecha, le reconocen aciertos, pero cada error propio o del sector empresarial se lo multiplican por 100. Al presidente Piñera lo respetan, pero no todos lo quieren por lo que representa, y la mayoría hoy desaprueba su gestión. Lo curioso fue que cuando algunos dirigentes de un partido de la Concertación quisieron unirse a la huelga de los estudiantes, los rechazaron.
La concentración de partidos es reflejo de madurez política, pero en Chile no ha ayudado a anticipar problemas sociales que hoy demandan soluciones emergentes en educación, equidad social, protección a los consumidores.
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