El abuelo conversa a su nieto: “Cuando tienes plata y poder todo mundo te saluda y adula. Te llueven las invitaciones. Las guambras te hacen creer bonito. Cuando se te acaba, nadie o pocos, te regresan a ver, te dan las espaldas o te ignoran”…
“Nunca creas en los adulones… te pintan maravillas, te impiden ver la realidad… y luego, te botan”… “Cuando el barco se hunde, las ratas comienzan a saltar para salvarse… y algunas se salvan”… “Recuerda hijito… el mundo da las vueltas… unas veces estás arriba… otras estás abajo”… “Siempre actúa con sencillez y serenidad mientras más alto estés… acuérdate que la caída es más dura desde las alturas de la soberbia y la vanidad”… “El poder confunde, embriaga y te hace estúpido…” “No escupas al cielo… que tarde o temprano tu escupitajo, te cae en la cara”.Definitivamente, la gente de Alianza País AP no tuvo abuelos. “Somos más, muchísimos más”… pero con plata. Siguen mirando con prepotencia al entorno. Con ellos se inauguró el país, con ellos empezó la historia. Pero cuando cunden los problemas, ya no hay como echar la culpa al pasado, porque ellos son el pasado. Todas y cada una de las palabras contra el pago de la deuda externa, el extractivismo, el Banco Mundial, los tratados de libre comercio, han tenido que engullirlas como molones.
Desde hace meses, el Titanic AP, sin los altos precios del petróleo, comienza a hundirse. El capitán no se percata o no quiere percatarse del desastre y comanda como si no pasara nada. Pero algunos vivísimos, “amigos” del comandante, ya abandonaron el barco desde hace rato, en busca de otro, que transporte sus ambiciones y miserias. En algunas provincias, vivísimos de menor monta, “masivamente” o en el anonimato, han empezado a desafiliarse. Cuando los oportunistas se mueven hacia otro puerto, es el mejor dato de que la crisis es grave.
Pero el hundimiento del Titanic afecta a todos. Políticamente, los primeros heridos de muerte son los sectores de la vieja izquierda, de dentro y fuera del gobierno. Cada vez que el poder abre la boca, la sepulta más, ya que su discurso, símbolos y canciones, sirvieron y sirven para identificar al Titanic, contaminado por los vicios de mañosería y ambiciones de la antigua partidocracia derechista. En medio de la crisis, las caricaturas fantasmales de Bolívar y Alfaro recorren América Latina. Hacia dentro del buque, la consigna es: “¡La partidocracia vive, carajo!”.
La factura política del hundimiento será para a esa vieja izquierda, que jamás levantará cabeza. De aquí en adelante el izquierdismo tendrá que reinventarse, cambiar radicalmente de fondo y forma, para presentarse al público. El camino político está libre para nuevos capitanes y barcos, sobre todo, del centro a la izquierda, pero con propuestas y sin oportunistas ni mesías ni autoritarios.
mluna@elcomercio.org