Correa miente cuando dice que en su gobierno se dio por primera vez participación ciudadana, que en la Constitución de Montecristi se consagró esa “participación”, con un poder o función de transparencia y su “Consejo de Participación Ciudadana”, que serían un avance en derechos. Todo eso es falso. El establecimiento de esa función y ese consejo fueron un gran retroceso para la democracia. Pruebas al canto.
Primero, el mal llamado “Consejo de Participación Ciudadana” es un organismo no electo por la ciudadanía ni sujeto a fiscalización. No puede, por tanto, ejercer potestad pública. No puede expresar la participación del pueblo, menos nombrar altos funcionarios del Estado. Es un mecanismo para designar a dedo incondicionales. Se argumenta que así se impide las viejas mañas y pactos en la Legislatura, pero el remedio es peor que la enfermedad.
Segundo, aunque se argumenta que así se fomenta la “meritocracia”, la verdad es que lo que opera es el clientelismo. No es coincidencia que siempre se nombre no a los mejores, sino a los adictos al poder.
Tercero, lo más grave es que con ese esquema, un estado ventrílocuo le confisca su representación a la sociedad. En vez de que la sociedad participe a través de sus organizaciones, se le impone desde el Estado una supuesta representación suya. Eso es manipulación pura y dura.
Cuarto, junto con ese aparato mañoso, Correa instauró la represión y división de las organizaciones sociales. Al mismo tiempo, creó organizaciones paralelas con su clientela. Y usó el poder contra el ejercicio del derecho a la resistencia y a la manifestación en las calles. Es decir, trató de eliminar una forma radical y reconocida en todo el mundo de participación popular.
Por todo ello, resultó un acontecimiento positivo y un avance democrático la gran movilización nacional convocada por el Frente Unitario de los Trabajadores, FUT, y otras organizaciones sociales. En varias capitales del país se manifestó la voluntad de recobrar la expresión en las calles como un forma real de participación y de rechazar la tramposa “participación ciudadana” del correísmo.
En Quito la movilización fue un acontecimiento en el que por primera vez en años, la gente pudo marchar a la Plaza Grande sin toparse con una muralla de policías protegiendo a grupos de fanáticos que la ocupaban con miedo de que el pueblo se expresara.
Uno de los planteamientos fue que se concrete la consulta anunciada por el Presidente y se acoja la propuesta de preguntas formuladas por la Comisión Nacional Anticorrupción. En suma, que luego de años en que se impusieron los intereses y caprichos del déspota y ha funcionado esa comparsa de “participación ciudadana”, que debe abolirse, se acepte la verdadera participación de la gente.
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