¿Estamos asistiendo a la muerte lenta del capitalismo en EE.UU.? Es la pregunta que quiere responder uno de los politólogos más famosos de los últimos tiempos, Paul Pierson.
Lo interesante de escuchar a Pierson es su provocadora explicación política: la economía está en crisis permanente porque los políticos perdieron la capacidad de hacer acuerdos.
La era de oro estadounidense se caracterizó por décadas enteras de acuerdos entre republicanos y demócratas sobre temas importantes como la inversión en ciencia y tecnología, educación, subsidios y amplios programas agrarios, por ejemplo. Uno tras otro presidente estadounidense continuaba las iniciativas de su antecesor en temas fundamentales para el desarrollo económico y, sus bancadas en el Congreso hacían lo mismo.
Esa capacidad de diálogo es –entre otras cosas- lo que generó un estado con visión de largo plazo, con capacidad de salir de crisis y de construir un proyecto viable para sus habitantes. Esa era dorada se acabó con Ronald Reagan y, desde entonces, la polarización política solo se ha agudizado hasta ahora, donde ya no es posible llegar aún más a la derecha que Rick Santorum.
Pero hay una segunda razón importante, la política se volvió el juego de “el que gana se lleva todo”. Desde el populista Reagan, el ganador de las elecciones presidenciales no ha sido capaz de hacer concesiones ni a la oposición, ni a grupos sociales que no son parte de la élite económica. La meta dejó de ser el bienestar general y pasó a ser la próxima elección. Esa trayectoria del todo o nada ha generado paroxismo. Presidentes paralizados por congresos adversos y minorías paralizadas por presidentes omnipotentes.
En suma, es la política la que está generando fracasos económicos cada vez más frecuentes. Y es la política también la que ha generado aún más inequidad social de la que ya existía. Sí, Pierson es el autor intelectual del eslogan 99% vs. 1%, con que los activistas de Occupy Wall Street alimentan su movimiento. Es esta pequeña fracción de la población la que controla, no solo lo que ocurre en la economía o en la bolsa, sino también lo que ocurre en Washington. ¿La prueba? A ningún presidente se le ocurriría presentar una propuesta de ley sin discutirla primero con las grandes corporaciones. Obama lo hizo antes de presentar su reforma a la salud, pero los acuerdos que allí obtuvo se esfumaron, cuando intereses sectarios decidieron que era más eficiente para ellos irse con los republicanos. En plena semana de marchas y contramarchas, es útil pensar en lo que le está pasando al país más poderoso del mundo, ensimismado en luchas irracionales, sin capacidad de construir acuerdos, pues cualquier parecido con nuestra realidad no es mera coincidencia.
¿Es ese el tipo de país que queremos? Sin acuerdos no importará cuántas minas explotemos. La pobreza seguirá siendo el sino de nuestra historia.