Dividir y desacreditar

Estamos a pocos días de que el Régimen enfrente su primer paro nacional y por ello durante las últimas semanas se han multiplicado los eventos, entrevistas y conferencias de prensa en las que se destaca –desde el oficialismo– los sectores que se han sumado a su campaña ‘Ecuador no para’, atacando a los movilizados y negándoles representación, todo parece formar parte de una estrategia dirigida a minimizar, dividir y desacreditar.

Minimizar. Se presenta a quienes convocan al paro o se suman al él, como un grupo menor, unas pocas personas que se dice no representan a nadie, incluso se los ha calificado como ‘majaderos, malcriados, engreídos’.

Dividir. Se han multiplicado las organizaciones indígenas, estudiantiles, sindicales, seccionales, gremiales, etc., en una especie de juego de ajedrez por cada sector movilizado en apoyo al paro, surgen nuevos voceros del mismo sector que declaran su rechazo y su adhesión al oficialismo.

Desacreditar. Se presenta al paro y a la marcha indígena como parte del llamado ‘golpe blando’, resultado de una supuesta alianza de la derecha y la extrema izquierda que busca –dicen- derrocar al Presidente, un medio del que se valen los grupos de interés para defender ‘privilegios’, una respuesta a las acciones que se adelantan –afirman– con el fin de lograr la equidad, la redistribución de la riqueza.

La réplica del oficialismo trata de posicionar la idea de que todas las críticas son resultado de una mala comunicación de sus logros; por el contrario, las denuncias de espionaje, los escándalos por el dispendio económico, las críticas a la justicia, a la explotación de recursos naturales, el manejo económico, la falta de diálogo etc., se presentan como consecuencia de una estrategia de debilitamiento a los ‘gobiernos progresistas’, incluso calificando a todo esto como una ‘nueva guerra fría’.

El Régimen no muestra tener capacidad de autocrítica o apertura a otras perspectivas o posiciones, no reconoce que las condiciones, los apoyos, así como el contexto, se han modificado de forma sustancial en estos años. En el oficialismo se confunde popular con democrático y se niega a esta movilización social legitimidad.

No parece que luego del 13 de agosto, el día del ‘paro nacional del pueblo’, se produzcan transformaciones relevantes en las prácticas y el discurso del oficialismo; pocas posibilidades, por no decir ninguna, que luego de estas movilizaciones se abra un verdadero diálogo en democracia, con capacidad de introducir modificaciones en las decisiones económicas y políticas relevantes (como la enmienda constitucional que abrirá la posibilidad a la reelección indefinida o la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad ciudadana). Esto se evidenció desde el momento que se excluyó –de antemano– en el llamado al ‘diálogo por la equidad’ a sectores y temas, calificando a todos los movilizados como violentos desestabilizadores o ingenuos desinformados.

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