A parar difamación en exterior

Los prófugos de la justicia del nefasto gobierno anterior, aquellos que violentaron las normas jurídicas, pisotearon los DD.HH, criminalizaron la protesta, persiguieron y lograron sentencias contra los críticos del prófugo en Bélgica, con la hoy descubierta justicia correísta, difaman al país en el exterior y pretenden engañar con sus mentiras a una parte de la comunidad internacional.

El Ecuador ha recuperado el control de la política internacional con los cambios en la dirección correcta de la Cancillería con los profesionales de carrera que existen, aunque por allí queden agazapados seguidores de ese régimen autoritario y destructor, que dañó nuestra imagen externa con posiciones de solidaridad con dictaduras como la de Maduro en Venezuela o de Ortega en Nicaragua.

El Presidente debe limpiar las representaciones diplomáticas de rezagos correístas confirmados en sus cargos. No es posible que mientras el primer mandatario enfrenta la fuerte arremetida del correísmo, con engaño y desinformación, sigan en sus puestos en algunas misiones quienes representaron a ese régimen en altos cargos secundando al autoritario o en consulados y embajadas.

El Presidente tiene todo su derecho, en el ejercicio de la cuota política que en todo régimen se utiliza, a poner como sus representantes a quien desee, pero no puede nombrar ni mantener a aquellos personajes que sirvieran al anterior régimen y que no colaboran en el mejoramiento de la imagen de su gobierno en el exterior.

Resulta vergonzosa la última intervención en México de otro prófugo de la justicia, con la anuencia de autoridades de ese país y el aplauso de representantes de naciones europeas que ni siquiera reparan que ese personaje le generó un gran problema al Reino Unido con el asilo otorgado a Julian Assange. Si manejan las mejores diplomacias, cómo pueden caer ingenuamente en el engaño de ese personaje que pisoteó la política internacional e intentó destruir a FF.AA.

Una vergüenza que un Premio Nobel de la Paz argentino defienda al ex canciller que fugara del país para no responder a la justicia, en el debido proceso y con derecho a la defensa, y que ni siquiera ha podido explicar sus viajes sospechosos en el avión presidencial a Venezuela y otros países. Primero debió enterarse bien de los atropellos de ese régimen contra los DD.HH., la toma de la justicia y de los entes de control, las violaciones contra la libertad de expresión y la persecución a medios de comunicación. Por qué no apareció protestando cuando en el Ecuador se violaron las garantías constitucionales y legales, se criminalizó la protesta, cometieron tantas arbitrariedades y cayeron en cleptocracia. Hablar de persecución política y de restricción de la libertad de expresión, ahora, resulta impresentable.

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