El hecho semanal cumbre fue la histórica visita del Papa Benedicto XVI a tres ciudades del Reino Unido; primera vez que un pontífice católico, en viaje de Estado, llega a Gran Bretaña, aunque ya Juan Pablo II, en una de sus jornadas apostólicas, visitó Glasgow, en Escocia, en cuyo Parque Bellahouston celebró la Santa Misa ante multitudinaria concurrencia. Acudieron a recibir al Papa, al pie del avión de Alitalia, la propia Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo. De inmediato las comitivas oficiales, real y pontificia, se trasladaron al Palacio de Holyrood House donde se desarrolló el protocolo de bienvenida.
Como no se pueden desdoblar personas ni oficios, la Gobernadora Suprema de la Iglesia Anglicana con solo 50 millones de fieles, soberana al mismo tiempo de la gigantesca Comunidad Británica de Naciones, fue quien recibió al Pontífice de la Iglesia Católica, la mayor de las religiones en este siglo pero apenas con seis millones de fieles en el Reino Unido, jefe a su vez de la más diminuta entidad política del planeta, el Estado Vaticano, de apenas 5 km2. Esta es, en consecuencia, visita de buena voluntad, muestra de buen entendimiento, reencuentro efectivo entre hermanos que, al distanciarse, llegaron a enfrentamientos antes no vistos y condenas mutuas.
Cuando Tomás Moro, el insigne autor de ‘Utopía’, Gran Canciller de Inglaterra, respaldó la decisión del Papa de negarse al divorcio de Enrique VIII con Catalina de Aragón para permitir que se casara con su amante Ana Bolena, renunció su alto cargo, fue apresado, condenado a muerte y ejecutado, al igual que el Cardenal John Fisher, Obispo de Rochester, primeras víctimas del anglicanismo, cisma creado por aquel rey de apetitos incontrolables. Ambos mártires fueron canonizados cuatro siglos después. Benedicto XVI elevará ahora al honor de los altares al pastor anglicano Juan Enrique Newman, convertido al catolicismo en el siglo XIX y, pese a enconados ataques y persecuciones, Rector de la Universidad Católica de Dublín, también promovido a Cardenal.
Admirables, entonces, el actual pontífice y la soberana del Reino Unido por esta visita y recepción que clausuran dolorosos episodios y abren puertas a transformaciones impredecibles. En contraste con la actitud de la Reina, fanáticos anticatólicos han recibido a Benedicto con hostilidad, aludiendo a los clérigos pedófilos de Irlanda, pero el Papa, que ya ha condenado aquellas faltas violatorias de los derechos humanos y la moral de la Iglesia, no ha vacilado en señalar los graves errores que afligen al mundo en general y la sociedad británica en particular: ‘el laicismo imperante, el secularismo agresivo’, la exclusión de lo religioso en la vida pública y el fomento de tentaciones como droga, supremacía del dinero, sexo, pornografía, alcohol.
Mi respaldo total a la acción de apóstol y estadista de Benedicto XVI.