Se han dado grandes concentraciones humanas en los últimos días en tres lugares del mundo por motivos muy diversos: en Brasil, por la visita del Papa; en Egipto, por la confrontación entre quienes apoyan y se oponen al golpe militar; y en el Reino Unido, por el nacimiento de un futuro rey .
Estos eventos han puesto sobre nuestros escenarios privados -las pantallas de nuestros televisores, los periódicos y las revistas que leemos- con especial riqueza, un amplio panorama de toda la dramática historia humana. Aunque todos los días ocurre algo que será registrado como “histórico”, estos días han estado especialmente llenos de toda la complejidad de eventos, intensidad de emociones, alegrías, temores, angustias, vida, muerte, riqueza de colores, toques profundamente humanos, conexiones con el pasado y proyecciones hacia el futuro que constituyen el fascinante e infinito tema de la historia .
La visita papal a Brasil nos conecta, obviamente, con la Iglesia Católica, y a través de ésta, con la tradición judeo-cristiana, una de las realidades históricas fundamentales de la humanidad. Aún más atrás en el tiempo, nos conecta con la evolución de las creencias religiosas humanas desde del politeísmo hacia el monoteísmo, que comenzó, precisamente, en el antiguo Egipto, uno de los lugares de origen de la civilización humana, hoy convulsionado por una confrontación violenta e intolerante relacionada con las ideas de la democracia liberal que se originaron hace cuatro siglos en Inglaterra, la tierra del principito recién nacido, sociedad que concilió mejor que muchas los principios opuestos de monarquía y democracia, y que estableció un imperio en toda la faz del planeta bajo la intolerablemente etnocéntrica creencia de su propia superioridad, que los franceses llamaron “la misión civilizadora” del occidente cristiano, de la cual los españoles se encargaron en nuestra parte del mundo. De las playas de Río de Janeiro, a las calles de El Cairo, a las plazas de Londres corren en estos días hilos de conexión histórica cargados de todos los dramas religiosos, ideológicos y políticos del Cristianismo y el Islam, conquistadores y conquistados, las monarquías y la democracia, la tiranía y la libertad, los sueños y los derechos humanos, puestos frente a nuestros ojos en miles de imágenes plenas de vida e intensidad.
Toda esa riqueza de interconexiones me trae a la mente dos frases de la Meditación 17 del poeta inglés John Donne. La primera, recogida en el título de la famosa novela de Ernest Hemingway, que dice: “No preguntes por quién doblan las campanas … doblan por ti”. Y la segunda, que dice: “Las campanas doblan por aquel que cree que doblan por él”. Creo que el drama es de todos nosotros. Podemos observarlo como espectadores, o podemos vernos como actores. Por eso importa.