Benedicto XVI estremeció al mundo católico con su renuncia a la función pontificia en el 2013. Eso no había ocurrido en los últimos seis siglos. Lo hizo abrumado por la enmarañada red de odiosidades e intrigas entre los cardenales, la lujuria de poder y riqueza de varios de los miembros de la Curia Romana, la ola de escándalos de pederastia de sacerdotes alrededor del mundo, el blanqueo de dinero sucio y la corrupción del Banco Vaticano, todo lo cual fue reconocido y denunciado públicamente a través de los medios de comunicación por Francisco I al comienzo de su gestión.
El nuevo pontífice apuntó hacia la modernización de la Iglesia, el abandono de viejas prácticas reaccionarias, eliminación del boato de la alta jerarquía eclesiástica, moralización de los mandos vaticanos, condena de la paidofilia y pederastia sacerdotales, tratamiento preferencial a los pobres, rechazo al tráfico de influencias en la burocracia eclesiástica e investigación de las operaciones del Banco Vaticano.
Pero estos cambios institucionales y personales en la Santa Sede levantaron las protestas de los sectores conservadores más radicales, quienes irrumpieron con duras críticas contra el nuevo pontífice y censuraron sus intenciones de eliminar la pompa, ostentación y lujo con que tradicionalmente se han movido los cardenales y altos personeros de la cúpula romana. Los cardenales y arzobispos implicados en malos manejos financieros se enfurecieron por la decisión papal de intervenir en el Banco Vaticano y el Opus Dei censuró la venta del primer libro sobre el nuevo pontífice, escrito por José Vidal y Jesús Bastante.
Inmediatamente Francisco I expidió la ley para garantizar la transparencia financiera del Banco Vaticano, que el 2013 publicó su primer balance anual en 125 años de existencia.
En septiembre del 2010 la justicia italiana acusó al Banco Vaticano de lavado del dinero de la mafia y apertura de cuentas secretas de políticos, banqueros y empresarios.
En el 2013 la policía encarceló a monseñor Nunzio Scarano, alto prelado del Vaticano, por transportar desde Suiza a Italia 20 millones de euros en billetes a bordo de un jet privado.
Los escándalos de sodomía y paidofilia de prelados y sacerdotes se hicieron públicos en la primera década del nuevo siglo. Pero el Vaticano guardó silencio. Los curas paidófilos fueron largamente protegidos por el secreto de las más altas jerarquías de la Iglesia. La opinión pública mundial condenó el encubrimiento. Hasta que la situación se volvió insostenible.
Y al papa Benedicto no le quedó más opción que referirse públicamente al tema. Lo hizo el 11 de junio del 2010 en la homilía celebrada en la Plaza de San Pedro ante 15 000 sacerdotes, monjas y seglares procedentes de varios lugares del mundo.
Todo esto lleva a concluir que, hasta aquí, la gestión del nuevo pontífice ha sido muy positiva.