El subdesarrollo, lo he repetido 100 veces en esta columna, es un pantano en el cual se van hundiendo los países que no ven y actúan con palo de ciego. No ven, porque sus dirigentes o son ignorantes o porque a sabiendas les importa un carajo la suerte del país en tanto medren y saquen provecho.
Hay una anécdota que lo ilustra todo. Cuando en una comarca colombiana se trató de corregir las enfermedades por deficiencia de yodo con la utilización de la sal yodada, el gobernador se opuso con el argumento que le pareció contundente: los pueblos se volvían ingobernables. Con esta medida de salud pública desaparecían los mudos, los retardados mentales, la luz del entendimiento iluminaba las conciencias.
Cuando éramos ‘una isla de paz’ a contados gobernantes se les ocurrió enfrentarse al MPD y a la UNE. Los paros de los maestros, pan de cada día. Crear un colegio, un instituto, una universidad, un negocio como otro cualquiera. Libre ingreso a las universidades públicas.
El marxismo-leninismo soviético, chino y hasta albanés en sus marchas desde los predios universitarios hacia la nada. Una política de desarrollo científico y tecnológico poco menos que una entelequia. Sabios casi todos los gobernantes ecuatorianos: meterse con las universidades ¡ni mudos! ¡Que se pudran en sus propios jugos! Y así fuimos hundiéndonos hasta llegar a niveles africanos subsaharianos.
He ponderado en esta columna (ver hemeroteca de EL COMERCIO) las acertadas políticas de educación –en todos sus niveles-, puestas en marcha, como políticas de Estado, por el actual Gobierno. Los logros comienzan a verse. De los miles de compatriotas que salieron con becas completas a realizar estudios de posgrado en el exterior, centenares ya están de retorno y se hallan trabajando en la industria, la docencia, la administración pública. Con tal concurso nos será posible salir del pantano y neutralizar en medida apreciable la crisis ocasionada por la baja feroz del precio del petróleo, obra del capitalismo salvaje.
Como se trata de políticas de Estado que apuntan a lo mismo, hoy, en nuestro país la educación es un proceso selectivo. Los resultados ciertamente extraordinarios. Los que llegan a la universidad, bachilleres con los mejores puntajes provenientes de pueblos olvidados y de clases sociales económicamente limitadas; el porcentaje de mujeres en aumento, y cada vez mayor el número de quienes llevan apellidos nativos. Lo que estamos presenciando es una auténtica revolución social. A los políticos de oposición no les queda más que hablar de ‘educación con valores’. Los mismos, digo yo, que aquellos que nos llevaron a negarles a los más los derechos básicos del hombre y del ciudadano.
Salir del pantano es también, digo yo, respetar la autonomía universitaria, concretamente de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
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