Hace un año, tras la peor recesión en casi un siglo, deje en claro mi optimismo sobre la significativa transformación económica de América Latina. Por primera vez, una crisis financiera no había lanzado a la región en picada.
Advertí, sin embargo, que las proyecciones del Banco Mundial y la comunidad internacional indicaban que la crisis podría regresar a ocho millones de latinoamericanos a la pobreza, amenazando importantes ganancias sociales como la primera significativa reducción de la desigualdad en 30 años.
La buena noticia es que nos equivocamos. En 2009, las filas de los pobres aumentaron pero mucho menos, en 21 millones, mientras que el desempleo creció en 2 millones, menos que las predicciones de 3,5 a 5 millones. Ahora confiamos en que estos déficits se absorberán en 2011.
Las tasas de crecimiento para los países más grandes de la región revelaron una sorpresa aún más significativa. México, Colombia, Perú, Argentina, Chile y Uruguay, entre otros, crecerán este año más de un 5 %, por encima de lo que muchos pronosticaron.
Muchos pensaron, con base en desempeños anteriores, que las naciones más abiertas al comercio y los mercados financieros internacionales sufrirían un colapso más severo. Pero ese presagio falló también. Estos países demostraron que los riesgos de la globalización dependen de la forma cómo las naciones se integran a los mercados internacionales.
¿Cómo ocurrió esto? La región produjo un ‘revolución silenciosa’ en los años previos a la crisis. Fue una revolución basada en sólidas políticas macro económicas y financieras acompañadas por un renovado énfasis en la equidad social. Las políticas monetarias, fiscales y bancarias adoptadas en los últimos años lograron disminuir el choque externo que antes lo amplificaban.
La fortaleza de las monedas absorbió una mayor presión. Los gobiernos tuvieron un mayor espacio fiscal para adoptar medidas anticíclicas que ayudaron a los que más lo necesitaban. Y los sistemas financieros tuvieron suficiente liquidez y reservas de capital para seguir funcionando.
La región había pasado de ser un deudor neto a un acreedor neto. Esto quiere decir que los flujos a la región no son ya el resultado de mayor endeudamiento sino, tal como con los Tigres Asiáticos, el producto de mayor inversión directa de capitales.
La diversificación de las exportaciones ayudó a suavizar el golpe de una crisis que se originó en EE.UU., país que acostumbraba a ser su principal cliente. Gracias a significativos lazos con Asia, particularmente China, Sudamérica, se recuperó al influjo del rebote de los precios de las materias primas a comienzos de 2009.