Con el desatino como huella en materia de Salud Pública, las denuncias de corrupción, la justicia, lenta que da bastonazos de ciego y los allanamientos, tipo operativo Hollywood, andamos con pandemia y más males a cuestas.
Una espalda nacional que ya acusa fatiga por los largos cinco meses de dolor por el contagio y la muerte de miles de seres.
Una tragedia que perforó el empleo y muestra cifras escalofriantes de un millón de personas sin trabajo y miles de informales vendiendo desde un pan hasta el alma.
Una pobreza que será creciente según las cifras de Cepal. Y una quiebra sin remedio en varios sectores de la sociedad.
El transporte aéreo y de pasajeros ha sufrido duros reveses durante estos meses de confinamiento y poco tráfico.
La hotelería y los restaurantes son otro rubro duramente golpeado. La industria sin chimeneas se quedó sin fuego para las chimeneas. Los turistas de afuera no llegan y los internos están taimados y sin dinero.
El comercio de lo esencial, se movió. Alimentos, bebidas, medicinas, y todos los insumos tecnológicos para el teletrabajo y la educación en casa, marchan mejor.
Lo demás parado, o en compás de espera, a cuentagotas y con deudas acumuladas.
Por eso es que en esta materia se requiere reactivar la producción con créditos blandos, con tasas ase quibles. Para que las grandes empresas apuesten por contratar gente o reabrir luego de las quiebras.
Para que los emprendedores se animen por una idea, creen valor y trabajo y sepan que pueden pagar sus deudas en plazos razonables, hace falta crédito abundante.
Por lo demás el esperpento de ir a elecciones con 280 partidos y movimientos, con el desaguisado de no resolver la legalidad de algunos partidos y con un festival de candidatos, es otra pandemia a la vista.
En el ámbito judicial hay varias cosas. Cuando el llamado el juicio más importante de la historia navega por las aguas inciertas y sin puerto cierto en casación, El caso Odebrecht ya arroja prelibertades.
Con alguna condena que no tuvo consecuencias en los presuntos delitos conexos que debían derivar en acciones judiciales queda al desnudo los límites de la justicia.
Unas cárceles bajo fuego interno de pandillas asesinas. Unos militares que tardan un día en acatar la disposición presidencial de custodiar los recintos carcelarios por fuera, y algún testigo importante varios metros bajo tierra, causan vergüenza.
El operativo policial, tipo captura Bin Laden para encontrar al loco que ama, en su casa y con grillete, es parte del paisaje tropical; el espectáculo de justicia y política.
Quizá, como alguien comentó en las redes, hubiese bastado con pedir la ubicación a aquella aplicación que da cuenta de los portadores grilletes sin tumbar la puerta y rodear con robocops un perímetro barrial.
Pero allí, en el terreno de la justicia habrá que pedir explicaciones y desentrañar las supuestas amenazas y los negocios ocultos de los dos extranjeros, sus socios locales y la basura putrefacta en los hospitales.