Palabras…

Palabras, palabras, palabras… Así dice una de esas canciones pegajosas e inolvidables. Palabras que conforman las oraciones que se escuchan sábado tras sábado en las ya conocidas presentaciones del show del Presidente. Palabras que llevan entonaciones que parecen de guitarra vieja y desafinada, incansables, y aún a pesar del aburrimiento de tanta repetición, desgarran notas agresivas, furibundas, rabiosas.

A veces las palabras se dirigen a informar en tono cansón las actividades y lugares visitados, las obras inauguradas sin ton ni son, a acabar con la credibilidad de personas, hoy llamados corruptos periodistas, que solo cumplen con su labor de investigar e informar seriamente. Y es que hay mujeres y hombres que se han ganado el respeto por su incansable labor de descubrir verdades y, sí, usar las palabras, con orden, seriedad y responsabilidad para informar. Ese es el periodismo serio, a través de palabras, comunicar al público los sucesos del día a día. Claro que, en Ecuador, hoy solo se puede hacer eso si uno no informa sobre lo que no gusta a la distinguida y minoritaria clase que gobierna. Pues ya ni esto es de todos.

En los últimos días, por pura curiosidad, me he dedicado a investigar los tonos, conformaciones y usos en sí de las palabras, tanto de la prensa corrupta como de la que dice no serlo, solo porque no ha sido denominada así, pues en la realidad y para desgracia de todos, los ciudadanos no gozamos de la investigación seria y calificada que debe ser regla ética de todo periodista, sin importar su bando. Si somos muy modernos, lo podemos llamar copy paste, copiar de un medio nacional o internacional y pegarlo en otro medio de comunicación o utilizarlo para ser leído en televisión o radio. Si no estamos tan acostumbrados a estos términos, sería el recibir una nota y para hacer escándalo y tener una buena primera página o noticia de última hora, simplemente utilizarlo, tan fácil como abrir una lata de atún. Pero lo lógico sería que todo reportero, periodista, presentador, se molestara en asegurarse de que aquello que está repitiendo sea verdadero a través de una profunda investigación en la que llama, pregunta, investiga, usa el Internet, maravillosa herramienta, antes de, en sus propias palabras, responsabilizarse de lo que está escribiendo o diciendo a través de las palabras. La pena es que los medios, sin importar el color de su bandera, con tal de tener algo sensacional, novedoso, que traiga fama, usan cualquier chisme como gran información, sin responsabilizarse. La pena es que cuando sí investigan, sí se responsabilizan, sí dan su cara, terminan bañados de palabras, palabras, palabras… Eso y nada más, su trabajo, su persona, su credibilidad afectados por una sopa de letras que forman palabras, como balas que salen de un arma.

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