Apurando el final del libro que anoche se lanzaba, una nueva semblanza de Benjamín Carrión de Francisco Febres Cordero compartimos otra de las páginas sentidas de ‘El Pájaro’. Es difícil desplumar a un escritor consumado desde una perspectiva literaria cuyo empeño no me he propuesto jamás, sin dejar de confundir al amigo, al periodista y articulista, al fino observador de la vida nacional, con el joven que se casó con la nieta de Benjamín Carrión.
‘Pasiones de un hombre bueno’ pone en manos del lector lo que el propio autor llama ‘un viaje por la vida de Benjamín Carrión’. Ese viaje tiene una propuesta editorial atractiva, impresa sobre supuestas páginas de un cuaderno de apuntes de aquellos de una línea que se usaban antes de las computadoras.
El ‘Pájaro’ relata el primer encuentro en la casa de Carrión, para entonces figura intelectual del Ecuador y describe su sonrisa y hasta su vestimenta. Entonces invitó a un cebiche a Catalina – la famosa Cata tantas veces invocada –. Un cebiche que duró para toda la vida y que perdura en un pedazo de tierra de lo que fue una finca de Benjamín Carrión, por esas vueltas que da el destino.
La niñez en la que el polígrafo intelectual y socialista transcurrió en su Loja natal. ‘El último rincón del mundo’ como la llamaba el personaje de este escrito, nacido allá por 1897. El largo periplo a Quito con su esposa por mula, mar y tren que duró 8 días, las casas que eran para él con sus mudanzas como una huella de su vida, sus estudios en derecho en la Universidad Central, las aventuras periodísticas en diario El Día, la revista literaria Caricatura y el estrellón con diario El Sol, los va relatando el autor con palabra amable y tan cercana a Carrión que logra que quienes no le conocimos sino a través de las lecturas y su legado nos internemos en este relato cercano y fluido.
El nombramiento como cónsul en El Havre, su travesía en barco durante 48 días, sus seis años en Francia, su paso por Lima en la diplomacia y luego en México, hasta la matanza de Tlatelolco en 1968, cuando dejó indignado la Embajada, pero volvió muchas veces como una constancia en su vida y donde está para siempre sentado jugando ajedrez, su única práctica deportiva.
Amigo de intelectuales, políticos y él mismo afiliado en 1932 al socialismo del que le expulsaron fue luego candidato a la vicepresidencia. Un momento de tensión y diferencias políticas con Galo Plaza, con quien antes fundó el Colegio Americano y rivalizó en esas elecciones formando parte del binomio de izquierda (Parra–Carrión Revolución, rezaba el lema).
Luego fue gestor de la candidatura de Galo Plaza a Secretario General de la OEA, en misión gubernamental por varios países.
Los secretos de sus cartas son otros de los entresijos del relato. Sobre Carrión, los jóvenes de hoy apenas saben que ese ‘man’, fundó la Casa de la Cultura, que lleva su nombre.
Ya termino este artículo, apuro su final para ver al ‘Pájaro’ hiperconectado y por Facebook. Ni el mismo se lo cree.