El reciente episodio relativo al diálogo silvado entre Nicolás Maduro, presidente y candidato a la presidencia de Venezuela, y un “pajarito chiquitito” ha suscitado, además de críticas burlonas, diversas reacciones.
Hay que situar la noticia en su contexto objetivo: la muerte del presidente Chávez dio origen a una ola sentimental de tristeza y añoranza que movió y conmovió al pueblo llanero. Como la muerte minimiza los errores y magnifica las cualidades, el pueblo se sintió inclinado a creer en el carácter mesiánico del desaparecido líder. Al mismo tiempo, el sucesor Maduro pensó -con razón- que su estatura crecería al presentarse como “hijo de Chávez”. Entonces, para dar a su designación el carácter que tenían las decisiones del oráculo de Delfos, recurrió a la magia, que tanto influye en los latinoamericanos. Chávez pasó a ser instantáneamente un mito, un ser superior, la reencarnación de Bolívar. Oficialmente se habló de su presencia inmortal en Venezuela, se admiró su capacidad para influir en los designios divinos y hasta se adujo que a esto obedecía el nombramiento de Francisco como nuevo Papa del catolicismo. En varios lugares de Venezuela se levantaron capillas para honrar e implorar al “San Chávez Frías”.
En esta circunstancia, “un pajarito chiquitito” habla con Maduro, revolotea sobre su cabeza, le mira a los ojos y le silva mensajes que él descifra para uso popular. Indignado ante las ironías que despierta esta revelación, Maduro culpa a los burgueses de faltos de espiritualidad. Les increpa, en otras palabras, por no creer en el milagro. Difícil será desentrañar el misterio del alma del candidato presidencial. Inmerso en esa ola de endiosamiento del líder desaparecido, ¿pensó exclusivamente en su conveniencia política y se resolvió a construir una patraña ingenua que convocaría a una mayor votación en su favor, basada en el sentido intemporal del milagro? ¿O pasó por su espíritu, caído en una especie de trance, esa chispa misteriosa que ilumina las tinieblas de la razón, elimina la lógica y exige la adhesión ciega? Si no se cree en San Chávez Frías, la conversación de Maduro con el ave resulta ridícula y risible, como se ha visto por las reacciones que ha causado. Es censurable esa “ingenuidad” con que Maduro quiere presentarse como intérprete de las capacidades milagreras de un difunto Chávez. Y censurable también utilizar toda esta trama compleja para convertir a su candidatura en una especie de mandato post mórtem que el santo hace llegar a sus multitudinarios seguidores para que, obedeciendo a esa fuerza superior y mágica, vote por el “hijo” del profeta .
¿Y si el pajarito efectivamente hubiese sobrevolado la cabeza de Maduro? ¿Sería el primero en la historia en haberlo hecho? Insondables misterios de la política y de la magia.