Parece que Ecuador es paisaje, pero que le falta para ser país. Sí. Es paisaje maravilloso, de mar, selva y montañas, de cielos azules y nubes esponjosas, de archipiélago, de tortugas y focas marinas, de guacamayos de colores. Pero su gente no construye país. El egoísmo, la mala fe, la trampa, el abuso, los intereses personales sobre los intereses colectivos, la impudicia de la corrupción, impiden que esta línea imaginaria en que vivimos, sea un país.
Por un lado, hay unos ciudadanos que reclaman por los derechos más elementales y por otro, un país conservador que se sienta sobre sus dogmas y los vuelve normas y leyes. Unos que defienden los derechos de la naturaleza, del agua, de la vida y otros que piden sacrificarlos a nombre del progreso. Pero nada de esto se debate en serio, con todas las cartas sobre la mesa. Es más, se impide el debate. Sino ¿por qué razón profunda, además de los alegatos leguleyos, la Corte Constitucional impide una consulta como la planteada por Yaku Pérez?
Sus gobernantes, los de este pais-aje, cantan en lugar de gobernar, como si el gobierno fuera un karaoke. Sí. Cantan, pero no hablan claro: hay que adivinar qué rumbo están tomando, qué quieren, cómo están pensando el Ecuador del futuro.
Mientras cantan, ofrecen satélites tipo Pegaso, ciudades del milenio, trenes bala, mundiales de fútbol, miss Universo y cuanta cosa se les ocurre, para salir del paso. En los últimos 20 años los gobernantes confunden las ocurrencias, con las ideas, con las propuestas, con los debates. Y mientras cantan y mientras ofrecen tonterías, las niñas violadas son forzadas a tener hijos de criminales, producto de las más bajas pasiones y aberraciones, gracias a un grupo de asambleístas que ignora la realidad de las miles de niñas y mujeres abusadas en el país. A eso les han condenado y a eso le llaman defensa de la vida.
Los gobernantes aplauden, mientras las gentes son despojadas de sus tierras para que lleguen ahí las mineras, destrocen montañas y fuentes de agua, dividan comunidades y acaben con sus dirigentes para sacar el oro que pasará, del oscuro fondo de la tierra a la oscura bóveda de un banco, mientras las grandes empresas llenan sus bolsillos a costa del empobrecimiento de la gente del campo. A eso le llaman progreso.
Ecuador es más paisaje que país. Sus habitantes prefieren linchar a un individuo y prenderle fuego, que apostar por la justicia; prefieren votar al más machito, al que más grita, al que ha robado porque hace obra o al que canta, aunque cante destemplado. Y así, la democracia se vuelve una falacia, la justicia una injusticia, la ley, una trampa.
El paisaje del Ecuador es maravilloso: lunas llenas, puestas de sol, bellezas patrimoniales, pero paisaje al fin. Para hacer y ser país, aún falta mucho.
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